CRÓNICA

Scott Bradlee, pop en clave cabaretera

El pianista ofreció sus versiones 'vintage' en un espectáculo teatral en Apolo

JORDI BIANCIOTTO
BARCELONA

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La deslocalización irónica, tan propia de la posmodernidad, inspira a Scott Bradlee a sacar partido de hits modernos desde un encuadre antiguo, de ragtime y jazz retro con vistas al doo-wop y al soul old school. Una ocurrencia de consumo generacional, destinada a treintañeros quizá un poco cansados del sonido del pop pero que reconocen a la primera los éxitos de Maroon 5 o Katy Perry. El martes, en Apolo, ocho meses después de presentarse en Bikini, Bradlee lució su artefacto vintage con una puesta en escena más de espectáculo de variedades que de recital, con cinco voces, masculinas y femeninas, sucediéndose y abundancia de gags y coqueteos teatrales.

Cantantes como Ariana Savalas, que apareció luciendo un corpiño de vedete para cantar Womanizer, de Britney Spears, como una especie de Rita Hayworth de videoclip y que se dedicó a coquetear con un fan de las primeras filas parodiando los números de seducción del cabaret. O la rubia Morgan James, prototipo californiano de poderoso alcance vocal, que se lució en Take me to the church, del irlandés Hozier. Y Kiah Victoria, la voz más singular de la escuadra, que logró que All of you, de John Legend, se acercara a los perfiles de Nina Simone. Mientras todo eso sucedía, Bradlee se mantenía discretamente sentado al piano, a un lado del escenario, consciente de que era mejor que los focos apuntasen a sus amigas.

Repertorio muy norteamericano, con solo dos citas británicas, Sam Smith y Ellie Goulding. Y aunque hubo alguna mención chirriante (Sweet child o' mine, de Guns n'Roses, desentonó), Bradlee mostró buen ojo al seleccionar Blank space, de Taylor Swift, toda una alhaja mainstream, Such great heights, de The Postal Service, que desprendieron distinción entre bromas de vodevil, números de claqué y medleys silbados de Tupac Shakur y los Beatles. Porque, a ver, ¿hacia dónde nos lleva todo esto?