'Savolta', 40 años después

Eduardo Mendoza, en la Llibreria Laie, junto a su amigo y editor Pere Gimferrer

Eduardo Mendoza, en la Llibreria Laie, junto a su amigo y editor Pere Gimferrer

ELENA HEVIA / BARCELONA

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Cuatro décadas después de su primera aparición, que fue exactamente el 23 de abril de 1975, 'La verdad sobre el caso Savolta' estará de nuevo rodeada de rosas, visible en los puestos de libros otro Sant Jordi. Lo hace en una edición conmemorativa que recoge el que podría haber sido el título de la novela, 'Los soldados de Cataluña' (Seix Barral), si un censor miope para la literatura y susceptible frente a unas supuestas implicaciones soberanistas 'avant la lettre' no hubiera «aconsejado» su cambio dos años antes. Un 'consejo' censor en la primavera de 1975, con el dictador todavía coleando, equivalía a una pistola en la sien. Cuarenta años después, su autor, Eduardo Mendoza, no sabe si agradecer o no el gesto al censor. Lo cierto es con la inestimable colaboración de su amigo de la universidad y editor en Seix Barral, Pere Gimferrer, acabó el encontrando el título que marcaría un antes y un después en ese concepto que se va renovando con las décadas y que hoy llamamos nueva narrativa española. Con la salvedad de que entonces, 'Savolta', producto estrella en los drugstores, sí se percibía como algo profundamente renovador.

Ayer Mendoza y Gimferrer, en la presentación del libro, accedieron a convertirse en un divertido dúo, cargado de complicidades. Como por ejemplo recordar perfectamente Gimferrer -¿quién si no?- y no querer decirlo cuál fue la otra apuesta latinoamericana de Seix Barral hoy olvidada que acompañó en el Sant Jordi de 1975 al libro de Mendoza. Desmemoriado el novelista, obsesivamente puntilloso el editor, poeta y académico, evocaban la aparición silenciosa y sin promoción de aquel libro que lo cambió todo y que quizás también podría haberse llamado 'Puños y besos' («como una película de Laurel y Hardy», apostilla Mendoza). «A principios de los 70 cuando empecé a escribir esta novela, la imagen Catalunya era la de un pueblo trabajador y apegado a tradiciones como el 'tortell' y los 'panellets'. Yo quería hablar de todo lo contrario, de una Catalunya muy poco legal, la de la violencia del pistolerismo, en el que se vio inmersa la España neutral durante la primera guerra mundial», explica el autor.

Génesis

Cuando empezó a imaginar la novela, Mendoza, que había estudiado Derecho, recorrido diversos trabajos -como documentalista en un bufete de abogados, como chupatintas en un banco- tenía 26 años y unas ganas tremendas de huir de la grisura franquista. Había pasado por Londres con una beca (que como todas las becas culminó en un trabajo como camarero) y por La Haya, hasta regresar de nuevo a Barcelona. Aquí regresó con una descomunal primera versión, un mamotreto de 1.000 páginas en el que mezclaba estilos y géneros y daba cabida a un sin fin de voces que él mismo define como un «enorme caos». Este libro original se convirtió en el magma del que Mendoza, a base de pulir y organizar los materiales, extraería el perfecto mosaico de una novela de poco más de 400 páginas.

En 1973, cuando Seix Barral  envió a la censura el manuscrito, el funcionario de turno dictaminó -y así se destaca irónicamente en la faja- que se trataba de un «novelón estúpido y confuso, escrito sin pies ni cabeza [...] típico de las novelas pésimas escritas por escritores que no saben escribir». Pese a todo, la única recomendación fue el cambio de título. «El hombre quizá pensó que yo estaba haciendo un llamamiento al separatismo. En realidad se trataba de un título que bromeaba con una vieja canción infantil sin pies ni cabeza». Acto seguido, Gimferrer  y Mendoza se ponen a recordar la cantinela. «¡Quisiera ser tan alto como la luna, ay, ay, ay, para ver los soldados de Cataluña!» y de paso encontrarle un sentido a ese galimatías. Se habla de servir al Rey. ¿Es Felipe V? ¿Habla de las guerras carlistas, o de la del Francés? «En todo caso -puntualiza el autor- yo quería darle un sentido irónico que aludía a una tierra de traficantes, gánsteres y bombas».

La novela tuvo un éxito fulminante y ganó al año siguiente el Premio de la Crítica, «con mucho más prestigio entonces que ahora». Pero Mendoza, que ya había obtenido una plaza de traductor en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, se mantuvo alejado de aquellos fastos sin tener una conciencia clara del éxito.

«Fue en 1976 ya en Barcelona, cuando quise sacar de la cuenta bancaria el dinero de los derechos de autor, suficiente, imaginaba, para invitar a mis amigos a una cena y el cajero de la ventanilla, que por entonces no eran automático sino humano, me dijo que era mucho dinero como para llevarlo en el bolsillo». La gloria literaria no le dejó inmune: «Esta novela me cambió la vida pero su éxito me atemorizó ante la posibilidad de defraudar al lector en una segunda novela».

La edición incluye como 'bonus track' los informes censores, la crítica de Juan García Hortelano que refrendó la novela, los prólogos previos de Vázquez Montalbán y Félix de Azúa, así como una nota del autor en la que confiesa, con su característica modestia, que si algún mérito tuvo es haber «absorbido, de un modo consciente y sin el menor quebranto, la colisión de tantas cosas nuevas como hubo en aquellos años».