Sarah Connolly seduce al Palau con el apoyo la orquesta del Liceu dirigida por un inspirado Josep Pons

La messo británica interpreta seis canciones de Mahler basadas en poemas de 'Des knaben wunderhorn'

CÉSAR LÓPEZ ROSELL / Barcelona

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Un programa exigente resuelto con nota alta. La orquesta del Liceu ofreció en el Palau el segundo gran concierto de su ciclo sinfónico con dos obras de Richard Strauss como argumento principal, además de 'Festivitat' de Joan Manén y la estimulante presencia de la messo Sarah Connolly, recientemente triunfadora como protagonista de 'Agrippina' , interpretando seis canciones de Mahler inspiradas en poemas de 'Des knaben wunderhorn' ('El cuerno mágico de la juventud'). En conjunto, la velada del sábado complació a los aficionados que practicamente llenaron el recinto.

Una versión con problemas en el metal del aparentemente poco ensayado poema sinfónico de Manén, de toques straussianos, preparó la aparición de Connolly. La messo, en un oportuno giro de la dirección artística, sustituyó a la prevista y esperada actuación de la gran soprano alemana Anja Harteros que canceló por razones ajenas a la organización. Los previstos lieder de Strauss fueron también suplidos para la ocasión por las citadas canciones de Mahler, mucho más adecuadas par la vocalidad de la británica. Y hay que decir que pocos echaron en falta a Harteros porque la musicalidad y elegancia de Connolly, alejada de cualquier efectismo gratuito, sedujo a los espectadores.

La artista despachó los temas del poemario con gran sensibilidad y dominio de sus recursos técnicos y una equilibrada proporción entre graves y agudos. Su exquisito ejercicio canoro fue bien respaldado por la orquesta dirigida por su titular, un inspirado Josep Pons. Fue especialmente conmovedora la versión de la arrebatadora 'Ulricht' (Luz primordial).

La formación sigue en línea ascendente dentro del camino de mejora de su sonoridad aunque tenga que superar el problema de una plantilla que necesita ser reforzada con músicos interinos cuando el programa lo exige, como es el caso de la intensa segunda parte dedicada íntegramente a Strauss.

El primero de los dos poemas sinfónicos interpretados, 'Las alegres travesuras de Till Eulenspiegel', sirvió para mostrar, salvando algunas imprecisiones, la química entre formación y director. Esta se hizo más rotunda, también porque el reto era mayor, con 'Tod und verglàrung' ('Muerte y transfiguración'), una obra trascendente que aborda los últimos días de un enfermo que hace balance de su vida y se encamina hacia el definitivo descanso. La densidad de esta partitura, llena de escollos y con apelaciones constantes al virtuosismo de los solistas, encontró respuesta con una homogeneas versión en la que entraron en juego todos los elementos de la formación.