Sankt Pauli, el fútbol como activismo político

El libro 'St. Pauli, otro fútbol es posible' desgrana la historia de rebeldía de este modesto club de Hamburgo que se convirtió en un mito de la lucha antifascista

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CARLES PLANAS BOU / BERLÍN

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El centro desde la banda derecha fue casi perfecto. Demasiado alto para que el guardameta del FC Union Berlin pudiese capturar el balón. Marius Ebbers, delantero del Sankt Pauli de Hamburgo, tenía la portería a bocajarro pero tras intentar rematar con la cabeza estiró el brazo izquierdo para empujarlo con la mano. El árbitro dio por bueno el tanto pero Ebbers fue corriendo a reconocer la trampa para que fuese anulado. Con un 1 a 1 en el marcador, era un gol clave para mantener sus aspiraciones de volver tras años de sequía a la Bundesliga, la élite del fútbol alemán. Pero para este club el éxito no reside en las victorias, sino en su compromiso ético.

Nunca un equipo tan modesto en el terreno de juego había tenido tanta importancia política y social. ¿Cómo un segunda división se ha convertido en un referente en la escena antifascista y alternativa internacional? Eso es lo que se detalla en el libro ‘St. Pauli, otro fútbol es posible’, donde el historiador Carles Viñas y el abogado Natxo Parra diseccionan la vida de este mito marcado desde sus orígenes por sus escasos éxitos deportivos y un espíritu rebelde, conflictivo y contracultural.

INICIOS BURGUESES

INICIOS BURGUESESTodo se remonta a la Alemania de principios del siglo XX. Tras las derrotas napoleónicas, el fútbol capitalizó el culto al cuerpo fomentado para relanzar la moral nacionalista teutona. Hamburgo era capital del socialismo alemán y pionera del balompié. Dividido entre la opulencia burguesa y la precariedad obrera, el distrito izquierdista de Sankt Pauli vio cómo en 1910 nacía su propio club de las manos de la clase adinerada de derechas. Con la República de Weimar el fútbol se convirtió en un deporte de masas y la entidad vivió sus primeros años con resultados modestos.

Bajo el yugo nazi, el St. Pauli acató las directrices del Tercer Reich pero, a pesar de su "adaptación a los tiempos que corrían", dejó las primeras muestras de su carácter inconformista al desobedecer hasta 1940 la ley que impedía admitir socios judíos. Con la llegada del terror y la guerra, este marginal distrito vivió la dura represión contra prostitutas, homosexuales y otros "asociales" que representaron hasta el 40% de sus ciudadanos.

La dura penuria económica de posguerra convivió con la época dorada del barrio y del club marrón-blanco. De la mano de pubs y burdeles, el progresismo y la tolerancia volvieron a la ciudad pero con ellos las mafias, la quiebra económica y la aparición del sida que le llevaron a ser "el lugar con peor reputación de Alemania". A pesar de no lograr ningún título, el St. Pauli ofreció su mejor fútbol entre los 50 y 60, dándose a conocer en un entorno futbolístico que se profesionalizó y popularizó con el nacimiento de una competición nacional, la Bundesliga, en 1963.

UN MITO ANTIFASCISTA

UN MITO ANTIFASCISTAHijos del conflicto social, los 'sanktpaulianers' han deambulado sin pena ni gloria entre ligas inferiores con ascensos puntuales a primera división. Pero la misma marginalidad que llevó a los anunciantes a abandonar el patrocinio por miedo a asociarse con un "club patético" fue el mismo que les convirtió en un club de culto. La implosión y vinculación del movimiento okupa y punk en 1986 lanzaron al St. Pauli a ser una expresión del activismo social y político que reflejó la particular idiosincrasia del barrio más combativo y antisistema de Hamburgo.

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. Los 80 fueron un símbolo de esa metamorfosis. Un club reivindicativo conducido por el proletariado obrero que abrazó la causa antifascista, antinuclear, feminista, antipatriarcal, anarquista y antimilitarista antes que nadie y que consiguió posicionarse como alternativa a la proliferación de grupúsculos neonazis durante los 90 que se infiltraron como 'hooligans' en otros clubes como el HSV de Hamburgo, su rival histórico. 

ACTIVISMO SOCIAL

ACTIVISMO SOCIALPero además de ese militante activismo frente a la tensión e intolerancia de la extrema derecha que les convirtió en un mito nacional, los piratas del Elba, símbolo de su exclusión social, se hicieron un nombre con su poder de movilización. Organizados entre la protesta y algunas acciones violentas, los hinchas han sustentado al club, evitando constantemente su quiebra a través de la implicación económica y cívica, y han forzado a la dirección a empoderar a las gradas para convertirse, por ejemplo, en el primer club que prohibió los cánticos racistas.

Tras la confesión de Ebbers, el 12 de abril del 2012, el gol no subió al marcador. El St. Pauli consiguió marcar en los instantes finales pero el ascenso nunca llegó. En los últimos años el club se ha mantenido en la segunda división. Mientras tanto, sus fieles aficionados han impulsado todo tipo de proyectos deportivos para apoyar a los más vulnerables, como refugiados o menores sin hogar, plantar cara a problemas sociales como la elitización de Hamburgo y, por supuesto, a combatir el auge de la ultraderecha. En este club lo importante pasa más allá del campo.