CULTURA NIPONA

Inicio de locura en el mayor Salón del Manga de la historia

Cola para entrar en el Salón del Manga de Barcelona.

Cola para entrar en el Salón del Manga de Barcelona. / periodico

JOSEP M. BERENGUERAS / BARCELONA

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Pese a que el Salón del Manga de Barcelona, que se celebra hasta el próximo martes, ocupa este año más espacio que nunca (70.000 metros cuadrados), el recinto ferial de Montjuïc ha vuelto a quedarse pequeño para un público que parece no tener límites. La feria del cómic japonés, que en realidad es de la cultura nipona, está más en forma que nunca, como lo demuestra una primera jornada de locura marcada por las largas colas para entrar, el color de los disfraces de los asistentes, el protagonismo de los videojuegos y la masiva asistencia de un público cada vez más joven que busca, precisamente, algo totalmente diferente. Y lo japonés, en este caso, satisface a la perfección sus expectativas.

El salón cumple este año cinco ediciones en el recinto ferial de Montjuïc, un lustro en el que la cita ha pasado no solo a superar al Salón del Cómic en metros y asistencia, sino a convertirse en el referente anual del ocio de decenas de miles de jóvenes. El secreto para lograrlo es una fórmula con diversos ingredientes: muchas actividades diferentes, disfracesvideojuegostalleresculturacomprasmúsicakaraokegastronomía... y un largo etcétera que ha llevado a la feria, que en el 2011 celebró su última edición La Farga de l’Hospitalet (12.000 metros cuadrados de espacio y 65.000 asistentes), a batir todos los récords. Este año espera recibir 140.000 visitantes, con las entradas para el fin de semana agotadas desde hace días.

La ‘locura manga’ se ha vivido este sábado desde el minuto cero. Ya a las 7.00 horas, dos antes de que abriesen las puertas, una cola kilométrica de aficionados esperaban para entrar en el recinto. Este año Ficomic, organizadora de la cita, ha ampliado el horario para dar cabida al mayor número posible de gente. Pero pasar el máximo de horas dentro del salón es el objetivo de muchos de los aficionados, cuya cola a las nueve de la mañana rodeaba todo el recinto ferial. Hasta pasado el mediodía no se ha logrado acabar con las aglomeraciones en la entrada.

Pese a las esperas, dentro de la cita el ambiente ha sido de júbilo. “Un año tarda mucho en pasar. Para nosotros el salón es algo único; compramos las entradas en cuanto salen a la venta porque aquí dentro puedes hacer de todo, ser tú mismo de verdad, sin que nadie te mire mal por serlo”, explicaba Julia, una joven de 13 años que venía vestida de Pikachu. Ser diferente es una buena descripción: poco importa si el disfraz es de Super Mario o de Hatsune Miku (una cantante japonesa virtual), si se lleva un cartel de Free Hugs (abrazos gratis) o simplemente si se acude a disfrutar: el público es cada vez más variado y, además, más joven.

La eclosión de fenómenos como Pokémon Pokémon y Yo-kai WatchYo-kai Watch ha rejuvenecido un sector falto hasta hace poco de referentes infantiles que crearan afición. Los videojuegos están tomado el relevo a las series de televisión (las que crearon miles de ‘otakus’ en los 90), y de nuevo ahora están ‘naciendo’ miles de jóvenes aficionados que entran por los juegos pero después amplían el consumo al manga, la animación y el 'merchandising'. Prueba de ello es que se han convertido en mangas superventas series como Pokémon, Yo-kai watch o My Hero Academia, una de las novedades del salón que este sábado se ha agotado en algunos estands a las pocas horas de abrir.

Al mismo tiempo, aquella primera generación de ‘otakus’ sigue acudiendo a la cita, muchas veces con sus hijos. “Venimos desde el primer salón. Entonces era algo mucho más acogedor, más de amigos. Recuerdo que incluso subíamos al escenario cuando acababa el encuentro a cantar ‘tatakae’ (una especie de himno ‘otaku’ de los 90). Ahora es distinto, pero seguimos leyendo y seguimos viniendo”, explicaba Maite, madre de dos niñas.

El resultado es un público de lo más variopinto que acude al Salón del Manga a comprar, a participar en alguna actividad, a escuchar una charla de expertos, a aprender tradiciones niponas, a hacerse fotos con las miles de personas que acuden disfrazadas, a obtener una firma de los autores invitados, a degustar alguna delicia japonesa o, simplemente, a pasárselo bien y ser, al menos por unos días, diferentes sin que nadie les mire mal por serlo.