OBRAS FAMILIARES DEL PINTOR BARROCO

Rubens en la intimidad

Una exposición en la casa museo del artista flamenco, en Amberes, reúne los retratos más privados que este hizo de sus esposas, hijos y hermano

1. Helena Fourment, segunda esposa, con sus hijos Frans y Clara Johanna y, a la derecha, las manitas de Isabella Helena.2. Clara Serena, hija mayor de Rubens, a los 5 años.3. Autorretrato de 1923.  4. Isabella Brant, primera mujer.

1. Helena Fourment, segunda esposa, con sus hijos Frans y Clara Johanna y, a la derecha, las manitas de Isabella Helena.2. Clara Serena, hija mayor de Rubens, a los 5 años.3. Autorretrato de 1923. 4. Isabella Brant, primera mujer.

ANNA ABELLA / AMBERES

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Una niña de cinco años, de rosadas mejillas, pequeños hoyuelos y brillantes ojos mira traviesa de frente. Se llama Clara Serena y morirá siete años después de la peste. Pero este informal retrato al óleo, que Pedro Pablo Rubens (1577-1640) pintaba de su hija mayor en 1616, seguramente a no más de un metro de distancia de la pequeña, respira vida, cercanía y amor de padre. Es una pieza nacida para quedarse en la intimidad familiar, concebida no para ser vendida ni fruto de un encargo sino para ser admirada y recordada solo por los más allegados entre las paredes de la rica casa-taller de Amberes, en la región de Flandes, donde el maestro vivió. Es en este mismo escenario, hoy museo, donde esta tela será una de las protagonistas de la exposición Rubens en privado, el maestro retratando a su familia, que desde este sábado y hasta el 28 de junio, mostrará una cuarentena de retratos íntimos y cartas personales que el pintor barroco hizo de su amado hermano Filips, de sus dos esposas y musas (Isabella Brant y Helena Fourment, considerada en la época la mujer más bella de Amberes y a la que desposó tras enviudar cuando ella tenía 16 años y él 53) y su numerosa prole (tuvo ocho hijos).

"Rubens más libre"

Presentada este martes a la prensa internacional, la muestra, según el comisario, y director de la Casa Rubens, Ben Vanbeneden, además de descubrir al «Rubens más libre», en su faceta familiar, de padre y hombre enamorado y sus autorretratos, revela una nueva atribución al autor de Las tres Gracias de otro retrato de Clara Serena, ya con unos 12 años. Lejos de la vida que desprende el anterior, está pintado probablemente después de la muerte de la niña; está pálida y sus ojos expresan tristeza, como si reflejaran la que sentía su padre. Se creía que era del siglo XIX, pero «nuevos exámenes de restauración han demostrado que la datación era errónea y que es de la época de Rubens -apunta Vanbeneden-. Aunque hay quien duda de que él mostrara a su hija vistiendo una ligera camisa abierta, de forma poco decorosa, Pero no olvidemos que eran retratos privados, como el de su segunda esposa desnuda».

Ese lienzo de una Helena Fourment de tamaño natural, cubierta en parte por un manto de piel, descalza y con los pechos descubiertos, tal como era, incluso con celulitis en las rodillas (Rubens lo tituló La piel y estipuló en su testamento que sería un regalo para ella y que los otros retratos de sus esposas no se podían vender y serían para sus hijos) lamentablemente no ha podido formar parte de la muestra de Amberes, en la que sí hay una reproducción, porque el delicado estado de conservación de los seis paneles de madera que lo componen ha impedido el traslado desde Viena. Sin embargo, el estudio científico de las universidades de Lovaina y Amberes con motivo de la exposición, con novedosas técnicas, han sacado a la luz que a la derecha de su mujer semidesnuda había originalmente una fuente con una escultura de un niñito haciendo pis como el Manneken pis de Bruselas, habituales en el XVII. «Se cree que Rubens lo pintó por su connotación erótica y amorosa y como símbolo del matrimonio, la fertilidad y la juventud», explica Vanbeneden, aunque pudo taparlo (si es que fue él) para resaltarla a ella, una mujer de carne y hueso, en cuyos brazos, 37 años más jóvenes, el maestro rejuveneció y le engendró cinco hijos (el último, póstumo).

Las dos esposas

Dos de ellos -Frans y Clara Johanna- aparecen en una feliz estampa familiar, inacabada, de 1636, junto a su joven madre, seguidora de la última moda francesa. A su derecha, se perciben dos manitas de un tercero, la pequeña Isabella Helena, cuyo cuerpo se ve en un dibujo preparatorio en la pared contigua.

No falta la primera mujer, Isabella Brant, cuya muerte, en 1626, fue un golpe para el artista flamenco. Un bello retrato, que contrasta con otro póstumo de ojos tristes, refleja la espontaneidad de la mirada cómplice con el marido y su afectuosa sonrisa con los hoyuelos que heredaría su malograda primogénita. En el reverso de otro dibujo de ella, de 1621, sorprende un esbozo de la segunda esposa con el propio Rubens y uno de los hijos, posible estudio previo para La caminata en el jardín.

Además de prolífico artista (se le atribuyen unas 3.000 obras), de cuyo estudio se ocupa el instituto Rubenianum, que colabora con el museo, Rubens fue un rico comerciante de arte con un gran taller (por el que pasó Van Dyck), hombre de negocios y diplomático en las cortes europeas, sobre todo Italia y España. Jamás se retrató como pintor, pues un caballero no trabaja con las manos. Por ello en sus escasos autorretratos (en la exposición hay cuatro), se mostró como un noble, con espada, humanista e intelectual de alto estatus social. Y consciente del paso del tiempo. En uno del año anterior a su muerte no oculta la artritis de sus manos, sus ojeras o la flaccidez de sus mejillas. El maestro más privado.