Licántropos del Maestrat y emigrantes a Alemania

Rosa Ribas crea una leyenda en su última novela, 'La luna en las minas'

Rosa Ribas.

Rosa Ribas. / RICARD FADRIQUE

ERNEST ALÓS / BARCELONA

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Aunque no haya detrás ninguna tradición como la del lobisome gallego, los licántropos campan literariamente por las montañas del Maestrat. El referente, claro, son ‘Les històries naturals’ de Joan Perucho. Siguió ‘Licantropia’, de Carles Terès, y ahora se ha encaramado a esas tierras altas Rosa Ribas, con ‘La luna en las minas’ (Siruela). La novela de Joaquín, un niño nacido con la bestia dentro que emigra a Alemania, a trabajar en las minas, para huir de su destino. ¿Qué tiene el interior de Castellón para que parezca un territorio natural para el lobo hombre?

Ribas, que pasaba los veranos de la infancia en el pueblo de su padre, Vistabella, el pueblo más elevado del País Valencià, a los pies del Penyagolosa, que ya aparecía, enmascarado, en ‘El gran frío’, dice que “es un lugar donde te puedes imaginar que hay cualquier cosa”. La primera versión que que escribió se desarrollaba en Galicia. “La historia no funcionaba, me resultaba artificial porque no tengo ninguna vinculación con el territorio. Le tuve que crear una leyenda propia que encaje. Has de ir a una cosa más oscura, a la locura de la sangre de los momentos de la guerra civil y a cómo es este territorio, tan áspero, que si te escondes no te encuentran y si te pierdes tampoco”, explica, de paso por Barcelona, esta escritora de El Prat del Llobregat que como su personaje se desplazó a Alemania, aunque a dar clases y no a picar piedra, y que se está dejando progresivamente del género negro, una vez cerrada con ‘Azul Marino’ la trilogía de la periodista en la posguerra de Barcelona Ana Martí y a una novela solo de liquidar la serie de su comisaria hispanoalemana Cornelia Weber-Tejedor.

PAISAJE DE LA INFANCIA

Ribas tiene presente un recuerdo de su infancia. “A uno de mis compañeros de juegos un año le dijeron que se había acabado el cole, que subía a pasar el invierno a las montañas con los perros y las ovejas. Una criatura de 12 o 13 años enviada sola a la montaña. Lo recuerdo del verano siguiente; se le habían quedado los ojos como platos, había pasado tanto miedo, había escuchado voces, ruidos… Ese chico se había trastornado. Y acaba siendo uno de esos personajes locos de soledad “.

El protagonista de su libro ha recibido una educación brutal, a golpe limpio, por parte de su abuela: “Lo que ha hecho es domarlo. No entiende por qué la abuela lo castiga de una forma tan brutal hasta que ve que los golpes eran para la bestia que lleva dentro, para que no saliese. Es la lucha constante de la parte humana y la parte animal. Si el padre se había vuelto una bestia en la guerra, esta animalidad no saldrá en el hijo”.

Pero del Maestrat pasamos, “aunque es una huida absurda, él mismo se da cuenta, cómo va a huir si se lleva a sí mismo encima”- a una cuenca minera alemana en pleno conflicto laboral. “En la primera novela de la comisario Weber-Tejedor sí que tocaba el tema de la emigración. Me centré mucho en los hijos de los emigrantes, metí seis pequeñas historias, cada vez que salía un personaje de la colonia española en Fráncfort, porque lo que me explicó la gente que me entrevisté me dejó con la sensación de que no podía ser que eso no se explicase. Cuando vives en una sociedad extranjera observas mucho esto de que al inmigrante lo animalizan. Esta negación de la humanidad que a menudo se carga sobre el extranjero, la he llevado a alguien que de verdad es una bestia”, concluye Ribas. 

La novela viene acompañada de un premio bastante particular: cada año la Diputació de Castelló contacta con escritores para que al año siguiente se publiquen cuatro novelas, en diversos géneros, con la condición de que se desarrollen en este territorio. En el caso de Ribas, la cosa salió natural. En el caso de la autora de género romántico subido de tono que escribe con el seudónimo de Megan Maxwell, es peligroso dejarse llevar por la imaginación. ¿50 sombras de Marina d'Or?

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