Gente corriente

Roger Sempere Roig: "A veces mi madre nos pedía ideas para sus artículos"

Hijo de Montserrat Roig, comparte una pincelada íntima de la relación madre-hijo

«A veces mi madre nos pedía ideas para sus artículos»_MEDIA_1

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GEMMA TRAMULLAS

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Cuando se cumplen 25 años de la prematura muerte de la añorada escritora y periodista Montserrat Roig, su hijo mayor accede a volver a las calles del barrio barcelonés de la Dreta del Eixample donde transcurrió su infancia para bosquejar un retrato doméstico de su madre.

-En el emocionante homenaje que la Associació de Dones Periodistes le hizo a su madre el pasado día 13 no cabía ni una aguja. Montserrat Roig tiene fuerza porque su pensamiento es actual y necesario. El mundo no ha cambiado tanto: sigue habiendo guerras, violencia contra las mujeres, no hay paridad... Creo que ahora trabajaría sobre todo en el tema de los refugiados.

-Usted nunca hizo bandera de ser su hijo. No, y si ahora lo hago es porque se lo merece, porque no está y porque contribuir a su recuerdo es algo que puedo hacer por ella.

-Es licenciado en Físicas y profesor de Matemáticas. Se parece poco a su madre. No me parezco mucho, no. Recuerdo que un día me preguntó: «¿Cómo puedes estudiar una cosa tan árida?». Y yo le respondí: «A mí las mates me pueden emocionar igual que una poesía. Son sencillas, elegantes y tienen belleza». Pero ella no lo entendía.

-¿En qué diría que se parecían? En la ironía; a los dos nos gustaba provocar. Pese a ser un gran lector un día le pregunté: «¿Quieres decir que leer sirve para algo? Total, acabaremos todos en la cola del paro...»

-¿Y ella qué le contestó? «Probablemente, pero si llevas un libro en la mano la cola se te hará más corta».

-¡Genial! Pero crecer junto a una personalidad tan arrolladora no es fácil. No, pero aprendes a discutir de todo. Ella nunca imponía nada.

-Tenía un ritmo de trabajo brutal: 40 libros en 45 años, más los artículos diarios. Se encerraba a escribir todas las mañanas, siete días a la semana, fuera invierno o verano. Mi hermano pequeño [Jordi] y yo estábamos bien entrenados y nos íbamos a jugar o con mi abuela. El fin de semana comentábamos las noticias a la hora del desayuno y a veces nos pedía ideas o titulares para sus artículos [entre 1985 y 1988 escribió la serie diaria Melindros en EL PERIÓDICO].

-¿La doble dedicación a su vocación literaria y a la maternidad le creaba conflictos? Sí, se sentía un poco culpable y al mismo tiempo se rebelaba contra este sentimiento. Un hombre con un trabajo de este tipo no siente culpabilidad por no estar en casa, en cambio una mujer se siente culpable por no llegar a todo. Es muy injusto.

-¿A usted le afectaban sus ausencias? He tenido suerte, tenía una tribu familiar muy amplia y mucha afinidad con los abuelos. Cuando yo tenía 3 años ella se fue de lectora a Bristol y me quedé con mi abuela, y a mis 14 años se marchó a un curso a Glasgow. Esa vez no me gustó, pero luego nos íbamos de vacaciones tres meses.

-La abuela Albina Francitorra fue el puntal. Era una mujer muy avanzada. Antes de casarse escribía y participaba en debates políticos sobre catalanismo y mujeres. Tuvo 7 hijos y con 60 años estudió Filología. Tenían conversaciones muy profundas con mi madre y fue una gran influencia.

-Montserrat Roig tenía 45 años cuando falleció y usted 21. ¿Qué imagen de ella tiene grabada? Hay una que me emociona mucho. Era el verano de 1991 y estábamos con mi tía Gloria en Menorca. Ellas dos eran muy cómplices y payasas. Un día fuimos todos juntos a la playa. El coche iba hasta los topes con parasoles, gorros, toallas... y el desembarco fue muy cómico. Entonces ya sabíamos que su enfermedad no pintaba bien, pero fue un día muy divertido. Ella era así.