CRÓNICA El músico brasileño cautivó en Sidecar con 'Cavalo'

Rodrigo Amarante, misterio y sensualidad

JORDI BIANCIOTTO
BARCELONA

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El intrépido Rodrigo Amarante, cantante y multiinstrumentista carioca instalado en Los Ángeles, está dando que hablar, sigilosamente, con su primer disco en solitario, Cavalo. Lo mostró en el último Primavera Sound y, para quienes se lo perdieron, quizá abrumados por la oferta simultánea, ofreció el lunes una segunda oportunidad a sus seguidores en una sala Sidecar en la que se agotaron todas las entradas.

Un rico currículo le precede: Amarante fue miembro de la inquieta banda de rock Los Hermanos, muy popular en Brasil, y de la Orquestra Imperial (con Moreno Veloso y sus colegas del trío +2), además de formar filas en Little Joy, con Fabrizio Moretti (The Strokes). Un historial que se aprecia en la madurez de este Cavalo, un disco en el que Amarante explora su voluntad minimalista, con canciones apuntaladas en su voz  reservada y su guitarra. Su formato de directo suele ser con banda, pero en Sidecar actuó en solitario, lo cual no supuso ninguna perversión dada la naturaleza cálida, cómplice, de canciones como Nada em vao, la primera de la noche, I'm ready Mon nom.

NEOTROVADOR / Con ese material en portugués, inglés y francés, Amarante se mostró como un cantautor de nueva planta, heredero de las artes de Chico Buarque y el Caetano Veloso de las distancias cortas, pero sin quedarse, como otros, en la recreación esteticista. En sus canciones hay insinuaciones sombrías, inquietantes, potenciadas por una voz confesional que a veces se acercó al falsete, como en la nublada The ribbon. En el otro extremo, más extrovertido, ese Maná tropicalista.

Citó a Little Joy (Evaporar) e invitó a imaginar que Sidecar era «un casino de Río en los años 40» cuando rescató Pode ser, de la Orquestra Imperial, con un sensual ritmo de samba. No logró que nos hiciéramos a la idea, pero alcanzó otro objetivo: que disfrutáramos de un recital de Rodrigo Amarante, que no es poco.