Un refugio bajo la ronda de Dalt

El Rock'N'Trini, autoescuela del hardcore y punk barcelonés, inició los fastos de su 25 aniversario con una noche de rockabilly demente

Actuación de Psychotendencies en el aniversario del Rock'N'Trini.

Actuación de Psychotendencies en el aniversario del Rock'N'Trini. / periodico

NANDO CRUZ / BARCELONA

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A finales de los 80, la Trinitat Vella era un infierno de hormigoneras, dragalinas, retroexcavadoras, motoniveladoras, arena, cemento y polvo. Se estaba alzando la madre de todas las anillas olímpicas, el Nus de la Trinitat. Aprisionados entre la ronda de Dalt, la Meridiana y la C-58, los vecinos del barrio pelearon para conseguir espacios de ocio y reunión. El ayuntamiento tapió uno de los bajos de la ronda y allí se instalaron los diables (que años después cederían parte del espacio a la peña blaugrana), la agrupación de majorettes (cuyo local ocupa hoy una iglesia evangelista) y el club de petanca. Los jóvenes  también exigían un local para ensayar y celebrar conciertos y así nació en 1992 el Rock’N’Trini.

En la entrada no hay un neón luminoso. Ni siquiera una placa. Sobre una puerta de hierro, asoma un tímido cartel escrito a mano, pero es sábado noche y no para de entrar gente. Hoy, primer sábado de 2017, se celebra el primer concierto de 25 aniversario del local. Cuando Razzmatazz aún era Zeleste, el Rock’N’Trini ya ejercía como autoescuela del hardcore y el punk barcelonés. Mariano tenía 15 años cuando se abrió el Rock’N’Trini y se unió en la asamblea que gestionaría el local. Hoy tiene 40 y no para quieto ajustando el sonido del primer grupo. "Aquí lo he aprendido todo sobre la autogestión", dice, orgulloso.

Lo de hoy es una Postnit Billy’s Mags. Traducido del arameo, aquelarre de rockabilly, punkabilly, psychobilly y locobilly tras la visita de los Reyes Magos. La entrada es libre y cada cual aporta lo que quiere. Sobre el escenario están Mad Mama & the Kids, proyecto paralelo de Mad Mad Chika, la auténtica reina de la noche. Feroz, deslenguada y feliz, lleva las riendas de este cuarteto del Vallès que mezcla rockabillys propios y versiones. El contrabajista también toca en Psycho Tendencies, segundos en salir a escena. Su cantante obtuvo las amígdalas de Motörhead en una subasta clandestina. Adrià, el batería, lo es también de Mad Mad Chika y Los Abducidos, igual que el contrabajista. En el Vallès, al parecer, cuando te metes en el psychobilly te metes hasta las trancas.

EL PUNKI Y LA ABUELA

El fondo del escenario del Rock’N’Trini es un mural pintado. A la izquierda de la bola de espejos, una abuela y un punki se miran. No se advierte miedo ni recelo en sus ojos. Son vecinos. Tal vez, familiares. El ambiente en el Rock’N’Trini estaría a medio camino de una herriko taberna el domingo al mediodía y una fiesta mayor a media hora del cierre. Hoy abundan los fans del rockabilly, cómo no, pero también hay heavies, curriquis de barrio, punkies, okupas de la zona, adolescentes y mujeres más allá de los 40. Un hombre con aspecto de haber visto a Burning en el 79 exclama: "¡Hoy vamos a bailar rocanrol!". No hay otro lugar en la Trinitat donde se pueda oír música en vivo (más allá del parque y el ateneu La Biblio), así que aquí se juntan todos. Esta es su sala de conciertos

 El Rock’N’Trini existía antes de que ardiera el Liceu. Jamás ha recibido subvención porque jamás la pidió. Así ha podido defender su independencia durante un cuarto de siglo. En su época más gloriosa, celebraba cuatro conciertos por semana. Ha superado amenazas de desalojo y de precinto y sigue, cobrando tres euros por entrada como máximo y sirviendo de local de ensayo para grupos del barrio que pagan el mismo alquiler mensual que en 1992: antes cinco mil pesetas y hoy 30 euros.

Tras el musculado pase de Psycho Tendencies la sala está que arde. La lata de cerveza cuesta un euro, pero quien quiera se la trae de casa. Algunos entran con latas, botellas y cartones de Don Simón. En esta aldea gala no hay más norma que la que se exige en la entrada: "Cierra la puerta". En la calle hace mucho frío, pero no es necesario salir porque nadie te prohíbe nada en el Rock’N’Trini. El público echa humo. Los mayores se apalancan en las sillas de plástico. Un adolescente con peinado borroka se cena una barra de chocolate.

 En el Rock’N’Trini lo mismo te encuentras a un heavy veterano con chupa de cuero roja y blanca que a un joven con chándal del equipo del boxeador filipino Pacquiao. Y en la otra esquina,  a una pareja de adolescentes emos y a un estudiante con una bolsa de tela con el lema cupero ‘Governem-nos’. En el lavabo hay una pintada: “Lucha contra el techno, afíliate al punk”. En la cola, un tipo con una chaqueta a la que ha cosido el parche el lema: “Free techno”. ¿Y recuerdan a los punkies con chaquetas sembradas de tachuelas de la semana pasada en L’Astilla? Aquí hay uno. Y la chica con la gorra de Napalm Death.

LOS ALTAVOCES TROPIEZAN

Cuando Mad Mad Chika vuelve al escenario no cabe ni una bicicleta en el local, pero llega un tipo con una bici y la aparca dentro. La gente está enferma y Los abducidos tocan con batas blancas de enfermeros; menos el guitarra, que va a pecho descubierto. El pogo es tan desquiciado que los altavoces pierden el equilibrio. Mad Mad Chika pide al público que suelte algo de dinero para los músicos: "Somos pobres y nos gustan las drogas", implora. La banda echa el resto en 'Día de furia'. El pogo se desmadra y vuela alguna yoya. Nada grave. La paz también se puede autogestionar sin necesidad de un segurata.

Son las dos y media de la madrugada y Mariano pincha ska para relajar. Suena 'A message to Rudy' de los Specials. El Rock’N’Trini es la viva estampa de la felicidad. Aún ha de salir Crimen y Cortijo, trío de billyversiones de Echo & the Bunnymen y Bauhaus que se ha sumado al cartel. Tras dos años montando conciertos con discreción para evitar el precinto, el refugio de la Trinitat vuelve al ataque y nadie se quiere perder la ocasión. La fiesta durará hasta las cinco. Aún falta el perla de la noche: Machuka. Saldrá borrachito y profiriendo gritos contra las élites, los iluminati, los annunakis y los reptilianos. “¡El psychobilly es la mejor música para vuestros oídos!”, proclama. Y se lanza a por una versión del 'For your love' de los Yardbirds, castellanizada con el título 'Pollo a l’ast'.

Un rollo de papel higiénico cruza volando el firmamento del Rock’N’Trini.

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