Robert Guédiguian: "Los pueblos que han sufrido son más sensibles"
El director marsellés explora las heridas del exterminio armenio en la recién estrenada 'Una historia de locos'
Beatriz Martínez
Periodista
Periodista cultural y crítica de cine.
No es la primera vez que el cineasta francés Robert Guédiguian (Marsella, 1953), se adentra en sus raíces armenias para reflexionar en torno a las heridas de un pueblo marcado por el genocidio y la diáspora. Tras 'Le voyage en Arménie' (2006), una 'road movie' de carácter más introspectivo, ahora regresa con la recién estrenada 'Una historia de locos', que parte de las memorias del periodista español José Antonio Gurriarán (víctima de un atentado del ESALA en 1981), para configurar un relato político alrededor de la lucha armada
¿Cómo surgió la génesis de este proyecto? La idea la tenía en mente, quería contar el germen del movimiento de Lucha de Liberación Armenia desde sus inicios hasta su disolución, pero necesitaba una historia potente que me ayudara a articularlo. Las memorias de Guarriarán me permitían abordar el conflicto desde diferentes perspectivas, el de las víctimas y los verdugos intentando no juzgar a ninguna de las partes, sino a través de un mecanismo de comprensión y perdón.
{"zeta-legacy-video":{"videoId":74374048}}La película comienza con el juicio a Soghomon Tehlirian tras el asesinato del máximo responsable del genocidio armenio, el dirigente otomano Talat Pashá. Para los armenios era como Hitler y Tehlirian se convirtió en un héroe, en un símbolo del pueblo. Su absolución fue un hecho histórico fundamental para legitimar que aquella gran masacre no debía quedar impune.
También habla de cómo el peso del dolor va pasándose de padres a hijos. ¿Por qué cree que fueron las nuevas generaciones las que se manifestaron de forma violenta? Ocurre en todas las emigraciones. Los que llegan a un país o una cultura diferente, intentan integrarse y se preocupan por las necesidades básicas: encontrar una casa, un empleo. Intentan dejar atrás el pasado, pero son sus descendientes los que recogen esa herida, porque la memoria subterránea sigue activa y al cabo de un tiempo está destinada a explotar como un volcán. Creo que en el fondo los pueblos que han sufrido mucho son más sensibles, porque saben lo que significa la pérdida. En ese sentido los armenios siempre han intentado ser ejemplares para demostrar que fue un gran error su exterminio. Pero hubo un momento en el que el odio se apoderó de ellos a modo de catarsis reivindicativa.
La película termina con la frase: "A mis compañeros turcos. En honor a nuestra lucha juntos". En ningún momento quiero que se piense que soy partidario del integrismo. Estoy a favor de todas las fuerzas de la vida y en contra de todas las fuerzas de la muerte. Por eso quise concluir así la película.
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