Ricardo Darín: «Ojalá pudiera decir siempre la verdad; levitaría»

El actor argentino vuelve al Tívoli con 'Escenas de la vida conyugal', de Ingmar Bergman

Ricardo Darín, ayer en el Tívoli, donde recala hasta el 18 de octubre.

Ricardo Darín, ayer en el Tívoli, donde recala hasta el 18 de octubre.

IMMA FERNÁNDEZ / BARCELONA

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Recién premiado en San Sebastián (Concha de Plata ex aequo con Javier Cámara por Truman), el actor argentino vuelve al Tívoli, una década después de Art, con Escenas de la vida conyugal, de Ingmar Bergman. Le acompaña Érica Rivas, la cornuda novia de Relatos salvajes, en un montaje dirigido por Norma Aleandro.

-En la obra, Bergman, que se casó cinco veces y tuvo otras tres parejas, polemiza sobre la institución matrimonial. ¿Comparte sus tesis?

-Polemiza sobre ciertas convenciones relacionadas con lo correcto o incorrecto. El gran problema de no decir la verdad en una relación. Él pone el amor por encima de la estructura matrimonial. Entre dos personas no hay nada más valioso que ser honestos. Si algo no funciona hay que ponerlo sobre la mesa y no esconderlo porque a la larga eso va a salir. Esa fue su intención. La sinceridad a veces no cae bien, pero cuál es la contrapartida. Estamos acostumbrados a decir: bueno, es una mentira piadosa, no le he dicho la verdad para que no sufra. Pero quiénes somos para tomar el camino de la mentira en función de beneficiar a alguien. Es un concepto que deberíamos revisar.

-¿Usted es partidario, pues, de decir siempre la verdad aunque duela?

-Eso no quiere decir que yo sea la catedral de la verdad. A veces miento. Yo lo que digo es que idealmente ese es el concepto del que hablamos en esta pieza. Ojalá yo pudiera decir la verdad de todo lo que pienso siempre, levitaría de felicidad, porque cuando uno miente carga con un peso en la mochila; es como un ancla que arrastramos y cuando uno dice la verdad aun produciendo un cimbreado algo se libera y nadie te va poder acusar de mentiroso.

-Le sucede a su personaje, que le cuenta una infidelidad a su mujer.

-Es lo que me interesó de él, que a pesar de ser egoísta, porque en algún momento no piensa en su mujer e hijas, es sincero. Es descarnado, cruel, pero no es mentiroso ni deshonesto. Pone la verdad sobre la mesa y aguanta las consecuencias, cosa que no todo el mundo hace.

-¿Usted cree en las segundas oportunidades en una pareja o hay cicatrices, como las que provoca la infidelidad, imposibles de curar?

-Creo en las segundas oportunidades. Todos los seres humanos merecen una oportunidad más porque todos nacimos para equivocarnos antes que para acertar. Es lícito una segunda oportunidad.

-Aunque la pieza plantea los dolorosos conflictos de un matrimonio, la platea se ríe.

-Sí, genera una catarsis en el público, una risa liberadora. Habrá también parejas que padecerán si han atravesado experiencias traumáticas. Pero Bergman rescata el amor por encima de todo. Son dos seres que a lo largo de 20 años pasarán por mucho pero se siguen queriendo y buscando. Creo que Bergman se sentía agobiado en la estructura matrimonial y sus responsabilidades, e intentó ser lo más limpio posible.

- ¿Y cuál es el secreto de su largo y único matrimonio? 

-Básicamente el amor. Ella [Florencia Bas] es la persona en la que más confío y al revés. Hemos tenido obstáculos en el camino, estuvimos separados un tiempo y nos volvimos a reencontrar. Hemos vivido momentos de gloria, con nadie me río tanto como con ella, nos divertimos muchísimo, aparte de otras cosas que forman parte de la intimidad. Es una mujer con la que, pase lo que pase, voy a contar hasta el último día y ella sabe que contará conmigo.

-Una vez dijo que cuando se le sube el ego, su mujer le suelta: «¿Pero quién te crees que eres?».

-Nos burlamos mucho del personaje público para bajarlo del pedestal. Es una estrategia: divertirnos con el fulano dentro de la casa porque convivir toda la vida con un señor famoso es insoportable. No es el centro de la familia, aunque se pueda creer.

-¿Qué supone para usted el teatro? 

-Es lo más grande del oficio. Es la verdadera función del actor: sobre las tablas estamos solos y no hay corrección posible. A los chicos que quieren ser actores les digo que estudien teatro, que se suban a escena, disfruten, sufran y aprendan, porque hoy los chicos lo que quieren es ser famosos, no están seguros de querer ser actores.

-Con Truman, de Cesc Gay, nos va usted a hacer llorar.

-Es una historia aparentemente dolorosa, pero también hay mucha ternura, mucha bronca, y un poco de desparpajo y de atrevimiento en mi personaje porque se enfrenta a su muerte de una manera muy particular. Nos encontramos con un Gay muy inteligente y sensible.

-¿Usted tiene perro?

-Cuatro. Siempre he tenido. Debo de haber sido perro en otra vida.

-¿Qué piensa del movimiento independentista en Catalunya?

-Es un momento complicado pero muy nutritivo porque cuando toda una ciudadanía está interesada en un mismo tema es muy saludable para la actitud de un pueblo. Ahora se acaba de abrir una nueva ventana de negociaciones y veremos. Lo importante es que todo repercuta en beneficio de la comunidad.

-Acaba de rodar Kóblic en Madrid, ¿qué otros planes tiene tras su gira con Escenas de la vida conyugal?

-Ponerme el pijama y no sacármelo hasta marzo. Necesito recuperarme y estar con mis hijos y mi mujer.