Darío Gómez

El rey del despecho

El cantante colombiano convertirá el jueves la sala Up&Down de Barcelona en una gran cantina con sus canciones de mal de amores, desquite y sentimental resentimiento.

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LUIS TROQUEL

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Si buscamos la palabra despecho en el diccionario de la Real Academia Española, la primera entrada dice: «Malquerencia nacida en el ánimo por desengaños sufridos en la consecución de los deseos o en los empeños de la vanidad». La define también como «desesperación, disgusto o sentimiento vehemente».  Pero al otro lado del charco, en el lenguaje popular, el término despecho posee otra intangible acepción. Canciones y más canciones así denominadas. La música del despecho. Música para beber y llorar. Para recordar y olvidar. Para oficiar liturgias de cantina. Para lamerse las heridas. Para desquitarse del mal de amor.

Música que tiene un inapelable soberano: el colombiano Darío Gómez, El Rey del Despecho. Y que el jueves reinará también en Barcelona, en la sala Up&Down. Con su vaso de whiksy en la mano y rodeado de una banda fiel al perfil más característico del despecho: guitarras, violines, trompetas, acordeón... De acústicas sonoridades, como corresponde a un estilo de origen rural. Aunque El Rey ha sido noticia este verano por aliarse con la joven música urbana y grabar una canción como invitado del reguetonero Yelsid.

Darío Gómez es un coloso de la música popular latinoamericana. Cantante de voz dulce y melancólica modulación. Versátil y prolífico compositor. De letras certeras e inagotables melodías. De obra inmensa. Sin embargo, durante mucho tiempo también en su país, y como todo el género que representa, fue menospreciado culturalmente. Pura música de gasolinera.

En realidad, lo que hoy conocemos por despecho tiene sus orígenes en la música de carrilera. Llamada así porque se escuchaba en las estaciones de tren, al ser de los pocos lugares con electricidad que había en los pueblos del eje cafetero colombiano. En uno de ellos, San Jerónimo, nació hace 64 años Darío de Jesús Gómez Zapata. Cerca de Medellín, en el departamento de Antioquía, patria chica de la música del despecho.

Colombianas son también la mayoría de sus grandes figuras: Luis Alberto Posada, Jhon Álex Castaño, El Charrito Negro, Giovanny Ayala, etcétera. Aunque no sería exacto hablar de la música del despecho como un género colombiano. Ni siquiera como un género. Es más bien una confluencia de estilos, una avanzadilla de la globalización musical, un cruce de caminos entre Centroamérica y el Cono Sur. El bolero, los pasillos ecuatorianos, la balada sentimental, los valses criollos del Perú y la música popular colombiana empapada del gusto por lo mexicano, de sus corridos y rancheras.

Darío Gómez tuvo que trabajar de mecánico, recolector de café y otras muchas cosas antes de ganarse la vida cantando. El éxito le llegó con el grupo Los Legendarios. En los años 80 se lanzaría en solitario ya desde lo alto, aunque como diría: «Un puñado de lápidas rotas, huesos y calaveras humanas del antiguo cementerio de mi natal San Jerónimo me convirtieron en El Rey del Despecho». Entre aguardientes, en un bar junto al camposanto, compuso del tirón su pasaporte a la eternidad titulado paradójicamente Nadie es eterno. La canción que sonó en el funeral de Pablo Escobar y que tantas y tantas voces han cantado. Su éxito más emblemático, pero ni mucho menos el único. Los tiene a manos llenas: Aquí sobro yo, Entre comillas, Pérdida total, El cantinazo, La tirana, La descontinuada, Nostalgia del ayer, El hijo del amor, Me río de ti... Himnos de cantina herederos de las canciones que más sonaban en las viejas juke-box. Amargos brindis a la luz de la luna.

Si el despecho es la prueba viviente de que los machos también lloran, hay también hembras despechadas, con más arrestos y coraje que cualquier hombretón. Las despechadas se titula precisamente otra canción de Darío Gómez. Y la cantante Arelys Henao grabó junto a él La reina y el rey, en la que le dice: «Cuando yo sufro por culpa de un amor / busco aliviar mi corazón triste y deshecho / y sé que muchos también hacen como yo / a la cantina van a calmar su dolor / con unas copas oyendo al Rey del Despecho». 

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