EL IMPOSTOR JAVIER CERCAS

El revés de la trama

Javier Cercas, el pasado noviembre en Barcelona.

Javier Cercas, el pasado noviembre en Barcelona.

DOMINGO RÓDENAS

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A caballo entre el reportaje de investigación y el autorretrato, entre el ensayo histórico y la crónica biográfica, Javier Cercas vuelve a dar en el clavo con esta novela sin ficción. El pretexto es el impostor Enric Marco, que fingió públicamente —entre otros diversos fingimientos— haber sido un deportado en el campo de concentración de Flössenburg, pero el libro habla al sesgo de otras imposturas menos espectaculares y mucho más comunes, propiciadas a menudo por los otros y aceptadas por quien se beneficia de ellas. Habla también de la manipulación y del maquillaje del pasado y de la capacidad de embaucamiento de la palabra persuasiva. Y habla, una vez más, del poder de la literatura para sobreponer al magma caótico de lo real una estructura de sentido y para desmentir las explicaciones simplificadoras y superficiales. Cercas emprende una investigación sobre el revés de la trama de embustes de Marco y narra tanto el curso de sus pesquisas como el resultado, ofreciendo un doble relato: el de las vicisitudes picarescas de su personaje (casi un paradigma de tantas biografías muñidas en la Transición) y el de cómo y por qué ha escrito El impostor.

Una metaficción que es una autoficción que no contiene un ápice de ficción, es decir una novela en la que el autor se muestra a cara descubierta al lector, le confía algunos secretos de su oficio y, sobre todo, asalta la realidad, la nuestra, la que importa, porque es ahí —o aquí— donde sucede todo. Quizá ese sea uno de los secretos del acierto y el éxito de Cercas.