CRÓNICA

Ray Lema, el rey del Congo

El cantante y pianista ofreció un sustancioso recital en CaixaForum

Ray Lema, la noche del miércoles, en CaixaForum.

Ray Lema, la noche del miércoles, en CaixaForum.

JORDI BIANCIOTTO
BARCELONA

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Ray Lema fue uno de los músicos que nos hicieron girar la vista a África cuando apenas comenzaba a circular la etiqueta de world music. Director, en los 70, del Ballet Nacional de Zaire, pionero en la fusión de ritmos autóctonos (la rumba africana o soukous) con electrónica y funk en discos de culto como Medecine (1986) y Gaia (1990), responsable sustanciosos diálogos con voces búlgaras y grupos gnaoua marroquíes... Lema es un gigante, y fue un lujo tenerle el miércoles en CaixaForum, en un recital del ciclo Nits d'Estiu.

Antes de que comenzara la actuación, en un Pati Anglès con todas las sillas ocupadas, sorprendía la imagen de un solitario piano de cola sobre el escenario. ¿Ray Lema, convertido en concertista clásico? Pues bien, este músico congoleño (de la República Democrática, antiguo Zaire), de 68 años, comenzó a tocar ese instrumento a los 11, en un entorno educativo clásico, y regresa a él periódicamente para ofrecer recitales en solitario, que combina con otros formatos, como su quinteto. En CaixaForum no tocó piezas de Chopin, sino las suyas, de toda su trayectoria. Sin el aparato rítmico y la producción de los discos originales, resaltando su belleza melódica sin diluir la raíz africana.

REFINADO Y POPULAR / Comenzó con Koteja, una canción de sus inicios, que en los 80 grabó con Stewart Copeland (The Police), y que reveló una intensidad emotiva inédita. Lema logró imprimir al repertorio un refinamiento nuevo, compatible con su fondo popular. Sus arpegios aplicaron una sofisticación académica a ciclos melódicos procedentes del folclore congoleño, en una fusión distinguida y accesible. Solo hubo un problema: el recital era al aire libre y Lema se quejó un par de veces del estruendo de los coches que pasaban por la avenida de Ferrer i Guàrdia. Cuando sonó la sirena de una ambulancia tanto el público como él mismo prefirieron tomárselo a risa.

Explicándose en francés, invitó al público a cantar estribillos sencillos de piezas como Nalelela, trabajando para que la distancia entre el patio de butacas y el escenario fue la mínima. Su voz combinó bajos y falsetes con gran expresividad, y el repertorio incluyó una pieza que compuso con el desparecido chansonnier Claude Nougaro, C'est une Garonne.

Un Lema, este, cantautor, que criticó el estrés en Stop time y que reservó para el tramo final dos destacadas piezas de su obra más venerada, ambas de corte rítmico y contagioso, Ata n'dele y Iyolela, dejando un rastro de vitalidad y suave melancolía. Tesoros de la música africana.