FALSO DOCUMENTAL SOBRE EL CONTROVERTIDO ESCRITOR

Un rapto surrealista

El polémico y esquivo autor francés Michel Houellebecq da rienda suelta a sus pensamientos en un filme que fantasea con su secuestro

OLGA PEREDA
MADRID

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El color de la uña del dedo anular  de Michel Houellebecq (Isla de la Reunión, 1958) es de un marrón indescriptible. El consagrado y polémico escritor francés es tan adicto a la nicotina (se mete el cigarrillo entre el corazón y el anular) como enemigo de la crema suavizante capilar. Ataviado por segundo día con la misma camiseta azul y con unos cabellos tiesos que denotan no haber pasado muy buena noche, Houellebecq se presenta ante la prensa madrileña fumando y con cara de pocos amigos. Los periodistas respiran aliviados cuando el autor de Plataforma contesta todas las preguntas. Eso sí, muchas veces con un sí o un no. Su tono de voz es mínimo y los espacios entre respuestas y respuestas, inmensos. Pero lo contrario sería decepcionante. Houellebecq -un escritor tan mediático como enorme- es así. Ausente, provocador y rarito.

El autor de Lanzarote viajó a Madrid la semana pasada para respaldar El secuestro de Houellebecq, un falso documental que se estrenó ayer y que fantasea con algo que pudo haber ocurrido (o no). En el 2011, tras la concesión del prestigioso premio Goncourt por El mapa y el territorio, el novelista pegó una espantada y dejó plantados a todos los periodistas con los que tenía concertadas entrevistas. ¿Dónde estaba? Puestos a plantear respuestas absurdas, la película inventa cómo el escritor (que se interpreta a sí mismo) fue víctima de un secuestro surrealista. A lo largo del metraje, Houellebecq mantiene divertidas y encendidas conversaciones literarias, filosóficas, políticas, históricas y vitales con sus entrañables raptores. «Soy bastante llevadero como rehén. Ni soy difícil ni tengo manías. Ni como rehén ni en la vida en general», comenta el ahora actor ante la incredulidad de los que le escuchan. «En serio. No tengo muchas manías siempre y cuando nadie me quite el mechero», remata.

¿Puede que sea El secuestro de Houellebecq la manera de conocer mejor al autor de Las partículas elementales? La respuesta da igual. Entre otras cosas porque Houellebecq deja claro que no le interesa que el público le conozca. «Bueno me gusta que la gente lea mis libros», añade. El único motivo por el que se zambulló en el proyecto fue porque el director, Guillaume Nicloux (que le acompañó a Madrid) estaba convencido de que el resultado cinematográfico sería sobresaliente. «Escribí un guion muy básico, un punto de partida. A partir de ahí, pedí a todo los actores [ninguno es profesional] que improvisaran», explica Nicloux.

Mala situación en Francia

«Lo interesante de mí, si es que hay algo interesante, no es mi personalidad sino mi manera de percibir el mundo», susurra el protagonista de la película, poeta y novelista acostumbrado a meterse en jardines con sus declaraciones públicas, como cuando dijo que el islam es la religión más tonta del mundo.

Estirando sus labios y adoptando sin pudor una curiosa cara de sapo mientras escucha las preguntas de los periodistas, Houellebecq ofrece su respuesta más larga (más de tres frases seguidas) cuando se le pregunta sobre la envidia que muchos españoles sienten hacia Francia. «He vivido 10 años fuera y cuando he regresado me ha parecido que la situación está mucho peor. La gente menosprecia las instituciones y cada vez hay más personas durmiendo en la calle», concluye tras echar una calada a su cigarrillo. Otra más.