testigo directo

Y Raimon prendió la mecha en bellaterra

En octubre de 1974, el mismo año que Puig Antich fue ejecutado, el legendario músico protagonizó un recital en la Universidad Autónoma de Barcelona que dio inicio al curso más combativo de aquellos años de luchas en favor de las libertades. Cuarenta años más tarde, el periodista Enric Marín, entonces estudiante, rememora un concierto cuyo espíritu concentró la voluntad de construir una universidad catalana, democrática y popular.

un recital en ninguna parte. Raimon actuó en lo que hoy se conoce como plaza Cívica, entonces una amplia superficie elevada de hormigón que conectaba las facultades con el rectorado.

un recital en ninguna parte. Raimon actuó en lo que hoy se conoce como plaza Cívica, entonces una amplia superficie elevada de hormigón que conectaba las facultades con el rectorado.

ENRIC MARÍN

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En octubre de 1974 el campus de Bellaterra podía parecer el Nanterre catalán. La Universitat Autònoma de Barcelona había sido creada en 1968. El mismo año del Mayo francés, de la Primavera de Praga o del asesinato de Martin Luther King. Pero en 1974 Bellaterra no era exactamente Nanterre. El campus ya había tomado forma y su ubicación en el municipio de Cerdanyola del Vallès no era casual. Respondía a la voluntad del régimen franquista de desplazar las protestas estudiantiles a la periferia metropolitana. Con la deficiente red de transportes públicos de aquellos años, el desplazamiento de Barcelona a Bellaterra tenía algo de aventura. Si se optaba por los ferrocatas, una vez en la estación de Bellaterra, se debía hacer una excursión de más de un kilómetro siguiendo un sinuoso camino boscoso que los estudiantes bautizamos como la «ruta Ho Chi Minh».

Pero Bellaterra no era un gueto. Bellaterra era un proyecto universitario singularmente renovador y crítico en el último tramo del franquismo. La misma denominación ya era toda una declaración de intenciones: el origen de su nombre se remonta a los años de la Segunda República, cuando la Universitat de Barcelona cambió su nombre por el de Universitat Autònoma de Barcelona. En cierto sentido, la UAB de aquellos primeros años fue un reducto de libertades académicas y civiles en el que se estaba incubando un germen modernizador que prefiguraba la universidad posfranquista de la Catalunya autónoma.

Con el impulso incial del rector Vicent Villar Palasí, se fue conformando un selecto claustro de profesores entre los que, sin voluntad de exhaustividad, podemos recordar a Josep Egózcue, Carles Perelló, Heribert Barrera, Ramon Pascual, Josep Laporte, Josep Pallach, Pilar Benejam, Pere Lluís Font, Gabriel Ferrater, Josep Fontana, Enric Lluch, José Manuel Blecua, Francisco Rico, Pasqual Maragall, Joan Martínez Alier, Antoni Serra Ramoneda, Isidre Molas, Josep Maria Vallès, Miquel de Moragas o Romà Gubern. El curso 1974-75 estaba condenado a concentrar una significación única. Definitivamente, no podía ser un curso normal. La revolución de los claveles en Portugal o el final del régimen de los coroneles en Grecia acentuaba la singularidad autoritaria del franquismo en el sur de Europa. La crisis del régimen avanzaba en paralelo a la decandencia física del dictador, pero eso no atemperó su vocación represiva. Al contrario. El dos de marzo de aquel año había sido ejecutado Salvador Puig Antich.

en aquel espacio y en aquel momento tuvo lugar el recital de Raimon. No fue un recital más. Fue un ritual cívico y reivindicativo de una fuerza formidable. Un recital que llenó de sentido el que se convertiría en el curso más combativo de aquellos años de lucha por las libertades y contra una dictadura. El escenario elegido fue el que hoy se conoce como plaza Cívica. Lugar que ahora ocupa un espacio céntrico en el campus y que estaría justificado que se llamara Plaza Cívica Raimon o, sencillamente, Espacio Raimon. Pero en aquellos primeros años del campus se trataba de un espacio inhóspito. Un espacio muerto, sin ningún uso específico. Una amplia superficie de hormigón elevada que conectaba las facultades con la «muntanyeta», que es como ya se conocía coloquialmente al Rectorado. Pero aquel 30 de octubre, aquella universidad aparentemente periférica y aquel espacio impersonal se empapó de todas las significaciones del movimiento político y social que con precisión y acierto impulsaba y canalizaba la Assemblea de Catalunya.

La convocatoria fue discreta. Pero a nadie le sorprendió que el espacio se llenara hasta los topes. La fotografía apaisada que ilustra las carátulas desplegadas del disco que se registró con motivo del recital muestra un aspecto parcial de la concentración multitudinaria. En todo momento, el dominio de la escena de Raimon fue magistral. Sin renunciar a la vocación reivindicativa del acto, supo alternar las piezas más melódicas con canciones de vocación más coral. Consiguió agitar sabiamente las emociones solidarias reivindicándose como músico, como intérprete y como artista. Una tras otra se fueron sucediendo las interpretaciones de de títulos como Qui ja ho sap tot, País Basc, A un amic, Quan creus que ja s'acaba, Amanda, El meu poble i jo, Societat de consum, 18 de maig a la Villa, No em mou al crit, Quan jo vaig néixer, Sobre la pau, 13 de maig cançó dels creients... 

Probablemente, las estrofas que mejor resumirían el estado de ánimo colectivo de aquel día son las que Raimon cantó interpretando a Espriu (El meu poble i jo).

«Salvàvem els mots

De la nostra llengua

El meu poble i jo.

A baixar graons

De dol apreníem

El meu poble i jo.

Davallats al pou

Esguardàvem enlaire

El meu poble i jo.

Ens alcem tots dos

En encesa espera

El meu poble i jo».

E interpretando 18 de maig a la Villa Raimon rememoró un acontecimiento de significación similar en Madrid que narraba de forma actualizada la experiencia de todos aquellos que tuvimos el privilegio de participar activamente en aquel ritual colectivo.

«De ben lluny, de ben lluny,

Arribaven totes les esperances,

I semblaven noves,

Acabades d'estrenar;

De ben lluny les portàvem

Per unes quantes hores

Ens vàrem sentir lliures

I que ha sentit la llibertat

Té més forces per a viure.

Una vella esperança

Trobava la veu

En el cos de milers de joves

Que cantaven i que lluiten».

En medio de un ambiente festivo y reivindicativo aquel recital multitudinario llegó a su fin. Fue una apertura de curso insólita. Tanto como el curso que hacía solo unas semanas que había empezado. Pasadas la Navidad, la dinámica de lucha se fue intensificando hasta que desembocó en una larga huelga indefinida que afectó a todo el distrito universitario. Las asambleas se sucedían en todas las facultades, mientras el movimiento estudiantil se radicalizaba y procuraba coordinarse con el movimiento obrero y los movimientos cívicos vecinales y asociativos. Los estudiantes encontramos la complicidad de un buen puñado de profesores que nos ayudaron a organizar actividades paralelas y seminarios críticos. Desde un punto de vista estrictamente académico aquel fue un curso de alguna manera perdido. Pero desde un punto de vista cívico y político, aquel curso fijó un punto de no retorno: la ruptura entre la universidad catalana y el régimen franquista, que había empezado a tomar forma en 1962, ya era total, absoluta e irreversible.

antes de acabar el curso, el 15 de marzo de 1975, se aprobó el Manifest de Bellaterra, el primer documento público desde el fin de la guerra civil en el que se reivindica una universidad autónoma, democrática y socialmente responsable. Entre sus principios inspiradores figuraban la reinvindicación de «una societat democràtica i lliure tendent a la superació de les divisions socials», y la concepción de la universidad como «un organisme públic  i popular amb autogestió interna i amb control d'aquesta autogestió per part de la societat". Después de reinvindicar el derecho a la autodeterminación, se reclamaba una «universitat nacional catalana».

Hoy, 40 años después, el recital de Raimon y el Manifest de Bellaterra concentran mejor que cualquier otro documento el latido colectivo de aquella universidad.

Unos meses más tarde, el 27 de septiembre de 1975, muy cerca del campus de la UAB, la rabia destructiva del último franquismo acababa con la vida de Jon Paredes Manot, Txiki, Pero la recuperación de las libertades democráticas ya no tendría freno. H