De un libro inclasificable

El escritor barcelonés Rafael Argullol.

El escritor barcelonés Rafael Argullol. / periodico

DOMINGO RÓDENAS DE MOYA

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Uno de los tópicos de la crítica literaria consiste en calificar un libro de inclasificable. Pero casi nunca es verdad. Casi todos los libros son clasificables en géneros y subgéneros, pero también en los grados de adaptación a las convenciones, en propósitos y en el caudal de sabiduría, emoción, felicidad (o disgusto) que transporta. Ahora sí tengo delante un libro que se sacude cualquier encasillamiento como si fuera una camisa de fuerza. Se titula 'Poema' (Acantilado) y su autor, Rafael Argullol, lleva algunos años explorando una zona de la escritura escarpada y llena de turbulencias. Es una región donde el ensayo y el relato y al poesía se enmascaran entre sí y se mezclan con el aforismo, la filosofía, el libro de viajes o la confesión, donde todos esos metales parecen haberse fundido para dar una aleación literaria muy rara y valiosa. En ella lo escrito no solo atraviesa e injerta formatos distintos, sino también tonos, voces, visiones que componen una especie de polifonía sucesiva.

Por lo dicho se supondrá que este 'Poema' no es un poema, aunque debe leerse con la unidad íntima que posee todo poema: la del sujeto que convierte su experiencia, la de la calle, la de la biblioteca y la del pensamiento, en lenguaje. El experimento ha consistido en imponerse la disciplina de escribir casi cada día, durante tres años, un breve texto que oscila entre el apunte, el poema, la reflexión, la minicrónica, la evocación, la instantánea paisajística y hasta la plegaria, una disciplina que no podía ser relevada por la enfermedad ni el viaje, una escritura contra viento y marea.

Así, día a día asistimos a la destilación de la vivencia, interpretada a diversas luces, las de la pintura o el mito, las del cine o la literatura. Cada jornada exprimida en unas pocas y condensadas palabras. Por eso la lectura también tiene que ser lenta, acompasada al ritmo impasible del tiempo. Como dice uno de los textos, «Todo, / circular y absoluto, / sencillo como una rueda de piedra, / está en el poema». Está la acción de gracias por la belleza siempre inesperada y el lamento por el dolor injurioso, está la clarividencia del que se conoce y se tolera y el miedo que a todos embarga y la esperanza como una promesa que se renueva casi cada mañana.