Quédate conmigo

Una esquela leída en un periódico dispara los recuerdos de un hombre al que un accidente de moto cambió radicalmente la vida. Tras el funeral, él descubrirá otras maneras de enfrentarse a sus fantasmas.

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ALBERT ESPINOSA

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Fue el 23 de agosto del 2012 cuando vi su esquela... Leía el periódico y apareció. No la busqué, me llamó... Una cruz, su nombre y debajo, su profesión. Médico.

Hacía 14 años que no había vuelto a oír su nombre... Es increíble cómo de repente pueden desaparecer las palabras que fueron cercanas. Su nombre fue inolvidable para mí en un tiempo. Él me había salvado...

Salvado... No sé si todo el mundo que me conoce pensaría lo mismo... Me cortó un brazo... Paró la infección... Para mí era lo mismo que ser salvado... Para otros sería mutilado... Jamás sentí que me mutilase... Hasta pude crear la forma del muñón del brazo. Recuerdo aquel día de enero que se sentó en mi cama, me enseñó por dónde me cortaría el brazo y me preguntó cómo quería que quedase el muñón...

Yo me quedé en silencio, jamás soñé que podría llegar a moldear de aquella manera mi cuerpo... Horas antes estaba conduciendo mi moto, días más tarde me encontraba en una cama de un hospital y un hombre me pedía que redefiniese mi cuerpo...

Salvó lo máximo que pudo de aquel brazo, me reconstruyó las dos rodillas y el boquete enorme que había en el lado izquierdo de mi cráneo...

El accidente fue culpa mía, no hay más. Iba a 170 por hora en la autopista. Me encantaba quedarme a un centímetro de los que iban a la velocidad correcta hasta que se apartaban de mi camino... Era una perversión que me encantaba... Pero un día fallé... Y choqué.

Todo cambió. Pero os puedo asegurar que fue para mejor... Recuerdo cuando se acercó a verme aquella chica. Casi no la conocía, era una vecina silenciosa. Me trajo un ramo de rosas. Nunca nadie me había traído uno en toda la vida. Me acarició el muñón cuando hacía 12 días que la gente fingía que no lo veía... Y yo dije la frase que jamás había pronunciado: «Quédate conmigo».

Creo que no existen dos palabras más bellas en este mundo quequédate conmigo. Sean susurradas o gritadas a pleno pulmón. Ahí está todo... Solicitar ayuda, ofrecer cariño, necesidad y amor...

Soy feliz junto a ella, tenemos tres hijas. Perdí un brazo y gané cuatro seres maravillosos. Mi vida se truncó para mejor.

Por ello cuando vi el nombre del médico que me salvó necesité ir a presentarle mis respetos. Debía ir a su entierro, pero sentía que yo no era nadie. Tan solo era uno más de los que salvó...

Casi no recuerdo su cara, siempre llevaba esa mascarilla porque estaba a punto de operar... En cambio sí que recuerdo su colonia... Me vino a visitar en la uvi el día después de cortarme el brazo, su olor le hizo reconocible porque no conseguía abrir los ojos...

«Notarás el fantasma... El trozo de brazo que no está. No le hagas caso y poco a poco desaparecerá. Lo principal es no hacerle caso. Es difícil pero se debe intentar...»

Le hice caso y poco a poco dejé de notar el codo, el antebrazo, la mano y cuatro dedos... El meñique nunca se marchó, aún creo que lo tengo, lo noto y de vez en cuando me da pinchazos, me recuerda que está junto a mí...

Y en aquel instante mi meñique me dio otro pinchazo, decidí que era la señal para ir a presentarle mis respetos...

Cuando llegué al cementerio no había casi nadie. Una mujer estaba cerca del féretro y el resto de personas prudentemente alejadas. Yo me mantuve mucho más lejos.

Cuando acabó la ceremonia me acerqué a la mujer. No sabía bien qué le diría... Pero necesitaba agradecerle cosas.

Ella me miró e increíblemente me sonrió. Era como si me reconociera aunque no nos habíamos visto nunca. Me abrazó. Yo no supe qué decir. Me invitó a ir a su casa. No pude negarme, pensé que me había confundido con alguien.

La acompañé, casi no hablaba, tan solo sonreía. Cuando llegamos a su hogar, ella abrió la puerta y el olor de aquella colonia volvió a mí... Me llevó a un despacho, me invitó a pasar. Lo hice. Había mil fotos en las paredes, junto a sus nombres. Fotos y nombres... Fui observándolas, todas eran de personas a quienes les faltaban parte de su cuerpo. Eran casi fotos robadas, como si alguien las hubiera hecho a escondidas.

Ella me señaló un rincón... Y allá estaba yo... Mi nombreValen, abreviación de Valentino. Y una foto con mi mujer y mis hijas.

La mujer me volvió a sonreír... Y finalmente habló: «Siempre os vigilaba, os cuidaba. Él decía que vosotros teníais vuestros fantasmas, la parte del cuerpo que no existía y que él os había arrebatado... Y él tenía sus fantasmas... Las partes que seguían vivas, el resto del cuerpo. Quería saber que seguíais bien. Eso calmaba su fantasma, lo que os había arrebatado...».

Volvía a mirar aquella sala. Era fascinante. Nosotros éramos el fantasma para él, la parte que continuaba con vida. Nosotros debíamos olvidar lo que habíamos perdido y él lo que había dejado con vida.

Olí intensamente aquella habitación. Quería que aquel olor me acompañara toda la vida. Cuando me dispuse a ir, aquella mujer dijo las palabras maravillosas: «Quédate conmigo un poco más...».

Y me quedé largo rato. Y he vuelto cada día a hacerle compañía... Y de vez en cuando cojo una cámara y sigo a los fantasmas de mi médico... Y sonrío...

¡Ah!, el fantasma de mi meñique ha desaparecido... Creo que debíais saberlo...