CÓMIC

Sento evoca la represión franquista al inicio del golpe

'Un médico novato' recupera en cómic personajes y vivencias reales del conflicto

Las pesadillas de un joven Pablo Uriel en la celda de una prisión franquista, al inicio de la guerra civil.

Las pesadillas de un joven Pablo Uriel en la celda de una prisión franquista, al inicio de la guerra civil.

ANNA ABELLA / Barcelona

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Cada día, a las 18 horas, la muerte venía a buscarlos. El médico recién licenciado Pablo Uriel, de 21 años, encerrado en una prisión militar franquista muy poco después del golpe de Estado de 1936, por izquierdista y por ser de un sindicato universitario de estudiantes, esperaba aterrado y en vilo, igual que sus compañeros de cautiverio, el sonido de los pasos y de las llaves en las cerraduras de las celdas, anhelando que nunca abriera la suya, pues era un billete al paredón. «Nadie se esperaba aquellas animaladas. Todos pensaban 'cómo van a pegarme un tiro si yo no he hecho nada, si solo he ido a un mitin'», afirma el dibujante valenciano Sento Llobell (1953) sobre la represión franquista de las primeras semanas y meses de la guerra civil: las detenciones, los fusilamientos y paseos de socialistas, republicanos, miembros de sindicatos, intelectuales...

Sento, veterano del cómic de los 80, de la generación de El Víbora, tras dos décadas dedicado a la ilustración y la publicidad, ha vuelto a la viñeta con Un médico novatoproyecto premiado con el Fnac-Sins Entido de Novela Gráfica, donde refleja los meses de julio a diciembre de 1936 en la vida de Pablo Uriel, su suegro, a quien el inicio del golpe pilló en zona rebelde y que tras ser reclutado fue a prisión. Sento pone en boca de un profesor de la Universidad de Zaragoza la descripción de la estrategia franquista: «Es el terror actuando sobre una comunidad. Como una gangrena que nos degrada a todos y hace más sádicos a los verdugos y más pasivas a las víctimas».

«Quería reflejar cómo a una juventud se le trunca la vida de esa manera tan salvaje. Porque pese a las tensiones políticas, la gente seguía con su vida, aquel verano se preparaba para irse de vacaciones. Y de repente todo se fue a la porra. Nadie pensó que duraría tres años», explica el artista, también diseñador de fallas y autor del Gulliver de más de 70 metros en un parque de Valencia.

De Uriel, al que conoció en los 70, recuerda Sento su carácter, su sinceridad. «Era una persona poco corriente. Y sus avatares de guerra son de película, o tebeo, según se mire. En parte era uno de los vencedores porque tuvo que llevar el uniforme de Franco, pero era un vencido porque sus amigos murieron. Tras mes y medio en prisión se fue al frente porque era el mejor sitio para pasar desapercibido, pero cayó en Belchite y fue preso de la República. Tras la guerra intentó aislarse y alejarse de todo, había visto demasiado».

Sento alimentará dos álbumes reconstruyendo esos episodios, para cuya documentación ha usado numerosas cartas, fotos y papeles de la familia (algunos reproducidos en un anexo de Un médico novato), pero sobre todo las propias palabras de Uriel: «Cuando los 25 años de paz del caudillo, mi suegro escribió unas largas memorias para contarles a sus hijas realmente cómo se consiguió esa paz». Tras su muerte, en los 80, ellas las publicaron en el libro No se fusila en domingo. Uno de los hermanos de Uriel fue ejecutado en un paseo. La fosa común donde quedó su cuerpo fue exhumada, en presencia de la Guardia Civil, en 1971, aún en dictadura, quizá porque junto a él descansaba un pariente de un ministro de  Franco. Las dos Españas.