El último eslabón de la prensa de humor político

'Mongolia' se hace libro (rojo)

La revista «de la izquierda faltona» encuaderna sus consignas

JUAN FERNÁNDEZ
MADRID

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Desde hace un año, acudir al quiosco de prensa es una experiencia de consecuencias imprevistas. Entre las portadas de los periódicos y las revistas del corazón es posible tropezar con titulares, a gran tamaño, como: «El rey podría violarte», «Rajoy ha muerto», «Gallardón abortó» o «Una, grande, puta¿ y Ramoneta». Los firma 'Mongolia', una publicación especializada en sátira política que en 12 meses ha logrado agitar el panorama de la prensa y el humor nacional, tras recabar inesperadas adhesiones y provocar incontables carcajadas entre su creciente legión de seguidores. Ahora, sus puyas contra el Gobierno, la banca y la Iglesia han llegado al mundo editorial, con la publicación de 'El libro rojo de Mongolia' (Reservoir Books), que sale a la venta esta semana.

Si resulta disparatado poner en marcha una empresa periodística en estos tiempos, mucho más lo es hacerlo en papel, un formato que amontona cadáveres cada mes. Pero los miembros de este colectivo, formado por media docena de periodistas, diseñadores, y editores, dan razones de peso para embarcarse en una aventura a priori tan carente de sentido, y que además se nutre del absurdo para sobrevivir. «Es ahora cuando hace falta», razona Eduardo Galán (Oviedo, 1980), antiguo colaborador de periódicos y revistas de cine, y uno de los fundadores de la nueva publicación de humor.

Sin transmitir señal alguna de grandeza, los creadores de Mongolia se declaran herederos de la legendaria tradición de prensa satírica que legó recordadas cabeceras a lo largo del siglo XIX y buena parte del XX. «Nos reconocemos en 'Hermano Lobo', 'La Codorniz', 'El Papus', 'Por Favor'... En España siempre hubo buenas publicaciones de humor político. Pero cuando se consolidó la democracia, todo eso se acabó», explica Galán.

LA MUERTE DE LA TRANSICIÓN / No fue casual esa repentina sequía. «En los 90, y hasta hace poco, aquí se vivía muy bien. La gente te decía: ¿para qué vas a protestar? Sacar 'Mongolia' hace 10 años no habría tenido sentido», comprende Darío Adanti, nacido en Buenos Aires hace 41 años y residente en España desde hace 15, tiempo en el que se ha dedicado a colaborar en multitud de revistas, fancines y tebeos. Ahora, la situación política y económica del país, que ellos definen como «la muerte de la Transición», ofrece el caldo de cultivo ideal para darle la vuelta a la realidad por el lado del humor más sarcástico y combativo.

A estas alturas, lo normal es que hubieran lanzado la revista en internet, pero a sus autores no se les pasó por la cabeza. «En la red abundan todo tipo de locuras, nuestro mensaje habría sido uno más. En cambio, poner un ejemplar de 'Mongolia' en el quiosco equivale a colocar en plena calle consignas que hacen pensar. Hay quiosqueros que se disculpan por vender nuestro periódico, pero no lo retiran, porque la gente lo compra».

Junto a Bravo y Adanti, el núcleo duro del colectivo lo forman el diseñador gráfico Fernando Rapa (París, 1969) y el autor de fancines Eduardo Bravo (Madrid, 1973). Pone orden en la cuadrilla Gonzalo Boye. Acudieron a él en busca de un abogado -«por lo que nos pudiera pasar», apunta Adanti-, y al final acabó siendo su editor.

En un año de vida no han tenido que vérselas con la justicia, aunque no ha sido por falta de ganas de molestar. «Debes atreverte a rebasar los límites si quieres provocar. Estamos radicalmente en contra de la corrección política», afirman a cuento de las apuestas más agresivas que han lanzado desde las páginas del mensual, que ahora continúan con las del libro.

Si en unas se pegan a la actualidad y sacan punta con delectación y mala uva al rey, al Papa o al Bárcenas de turno, en la versión editorial se ponen atemporales e históricos. «La idea era meter en una coctelera la revista 'Cuore' y la Enciclopedia Británica», cuenta Eduardo Galán para describir un volumen caótico y anárquico, lleno de impactos gráficos y léxicos, en el que un particular 'Diccionario de la patria mongola' se ve salpicado de documentos como un test de españolidad, un informe sobre reliquias religiosas y entrevistas ficticias a personajes como Mao, Jim Morrison o Descartes. «El objetivo era hacer un libro para leer mientras estás en el váter», definen.