Mi primer editor

JUAN VILLORO

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Conocí a Federico Campbell tras una nube de vapor. Lo llamé para decirle que iba a su casa y puso a calentar agua para café. Luego siguió escribiendo su novela Pretexta y se olvidó del asunto. Solo cuando oyó que alguien tocaba, recordó que tenía la estufa encendida. El cuarto era ya una sala de vapor. Así hicimos la comprobación, más poética que científica, que la distancia entre su casa y la mía se podía medir en una nube.

El motivo de mi visita era entregarle los cuentos de mi primera publicación, la plaquette El mariscal de campoFederico trabajaba en la revista médica MD, tenía un buen salario y lo usaba del más generoso de los modos, apoyando a jóvenes autores. En 1978 yo había publicado en revistas que pactaban bien con la discreción, pero nada escapaba al radar de Campbell, dedicado a seguir el trabajo de los otros.

Al hablar de Julio CortázarGarcía Márquez dijo que pertenecía a la extraña legión de los autores a los que les gusta que también otros escriban. Federico era un cronopio de ese tipo. Su primer libro se forjó en Barcelona, donde padeció tantas penurias que un día supo que el esternón podía doler por hambre. Aunque le faltó dinero para butifarras, escuchó con fruición a los nuevos autores barceloneses. El resultado de esa estancia fue el libro Infame turba, que reúne 26 imprescindibles entrevistas con Gabriel Ferrater, Manuel Vázquez Montalbán, Pere Gimferrer, Luis Goytisolo y Jaime Gil de Biedma, entre otros.

Su curiosidad por las voces ajenas lo llevó a un segundo libro de conversaciones con escritores y a editar en su colección La Máquina de Escribir a una generación de nuevos escritores mexicanos.

Nacido en Tijuana en 1941, Campbell puso a esa ciudad en el mapa literario, en libros como Todo lo de las focas Tijuanenses. Gran conocedor de Italia, escribió La memoria de Sciacia y numerosos textos sobre la mafia y el poder.

Se acaba de cumplir un año de su muerte y no dejo de recordarlo. Si aún pudiera pedirle algo le diría que hierva el agua (a fuego muy lento, eso sí). Mi viaje transitorio habrá valido la pena si al final también encuentro a Federico, tras una nube de vapor.