Premio a un malabarista genérico

El director coreano Bong Joon-ho recibe la Espiga de Honor

Bong Joon-ho

Bong Joon-ho / periodico

NANDO SALVÁ

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No es extraño que Bong Joon-ho irrumpiera en el panorama cinematográfico con fuerza gracias a su segundo largometraje, Crónica de un asesino en serie (2003): mientras retrataba las fronteras morales cruzadas por unos detectives para cazar a un criminal, el coreano mostró una singular capacidad para subvertir las convenciones propias del cine policial a base de realismo social, pegada emocional y, sobre todo, mucho humor absurdo. «Mi cine confunde al espectador», reconoce Bong, que ayer recibió la Espiga de Honor del certamen vallisoletano. «No saben si partirse de la risa o temblar de miedo. No es algo consciente, no soy como un barman que mezcla ingredientes en una coctelera. Me sale así».

Con ese método, a lo largo de poco más de una década el director ha redefinido géneros tan variados como la comedia -en Barking dogs never bite (2000), el cine de monstruos -en el éxito de taquilla The host (2006)--, el thriller -en Mother (2009)- y la ciencia ficción -en Rompenieves (2013)--. «Solo hay un género que no probaría nunca, porque lo detesto: el musical. Esas películas en las que la gente se pone a cantar en medio de una conversación me ponen enfermo».

Perdedores, no héroes 

En última instancia, explica, todas están protagonizadas por el mismo tipo de personajes: «No son héroes sino perdedores, porque eso es lo que veo a mi alrededor. Son personas que actúan empujadas por una obsesión, que se arrojan a misiones imposibles». La protagonista de Mother llegará tan lejos como haga falta para demostrar la inocencia de su hijo, y el de Rompenieves no parará hasta atravesar todos los vagones de un tren y liberar así al mundo de un tirano. "Todos esos personajes son un reflejo de mí mismo: soy la persona más obsesiva que conozco».