Por un beso robado

A. M. Homes confirma su ambición con la novela 'Ojalá nos perdonen'

La escritora norteamericana A. M. Homes.

La escritora norteamericana A. M. Homes.

ENRIQUE DE HÉRIZ

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

¿Qué prefieres, lector? ¿Una novela perfecta, con cada cosa en su sitio, todos los elementos bien medidos y una permanente sensación de seguridad? ¿O una novela desmedida en su ambición, arrebatadamente empeñada en superar desafíos y, tal vez, dispuesta a pagar el precio de sus errores? Si escojes lo segundo, 'Ojalá nos perdonen' (y prácticamente toda la obra de A. M. Homes) te está esperando.

Harry Silver, narrador de esta novela, nos cuenta en sus primeras 26 páginas cómo su hermano George enloquece y mata en accidente de tráfico a un matrimonio, dejando a su hijo huérfano; cómo él mismo, en su voluntad de proteger a la mujer de su hermano, termina metido en la cama con ella; cómo George se escapa del departamento psiquiátrico del hospital en que lo han retenido para regresar a casa y abrirle la cabeza a golpes a su mujer; cómo, finalmente (pero sólo es el principio) Harry queda a cargo de los dos hijos y el perro de su hermano, a los que se suma el huérfano de los accidentados. Ya sólo tiene que empezar una nueva vida, con esta especie de familia nueva y ese viejo, eterno, afán de instalarse en la cotidianidad. En lo indolentemente doméstico, que parece ser el escenario reservado en nuestros tiempos a lo que antaño llamábamos gran sueño americano.

Todo eso ocurre en Cheeverlandia. O sea, en Westchester, que no casualmente es el territorio sagrado de tantos relatos de John Cheever, al que Homes regresa tras una excursión californiana en su obra anterior. La conexión geográfica no es casual: Homes le concede incluso un cameo a Cheever, cuyo fantasma creemos atisbar en un momento en mitad de la novela. Para quien tenga la enorme fortuna de no haber leído todavía a Cheever, digamos que Westchester es también el lugar de residencia de Don Draper en Mad Men. Clase media y suburbios. Aspiraciones de felicidad doméstica y anestésica. La técnica consiste en plantar una cámara en los jardines de la clase media y contarlo todo desde una óptica que nos permite ver a la vez el lustroso césped y los gusanos que circulan por debajo.

Como siempre, Homes es implacable en su ambición. No se contenta, por supuesto, con relatar las peripecias de la familia Silver. Está hablando de toda una generación, la de los babyboomers, y de sus sueños rotos. (¿Habrá alguna generación a la que no podamos colgar el rótulo de «perdida»?) En este caso, la pérdida procede de su inserción en un mundo que ni siquiera sus protagonistas alcanzan a comprender, un mundo en el que todo se ha virtualizado, en el que las distancias se han dinamitado de tal modo que podemos llamar amigo a un ser distante y desconocer a quien comparte el lecho con nosotros. Un mundo en el que necesitamos 600 páginas para empezar a intuir qué nos hace humanos.

¿Se paga un precio por esa ambición?  Tal vez sí. La novela contiene excesos y desvaríos momentáneos. Homes no logra sustraerse a una cierta obsesión por transmitirnos cada palabra de cada banquete del día de Acción de Gracias. Y el narrador no se olvida de mencionar la grasa del pavo, como si quisiera recordarnos (y acaso hacerse perdonar por ello) que no hay banquete sin empacho. Pero el pavo está de muerte.

3OJALÁ NOS PERDONEN

A. M. Homes

Trad.: Jaime Zulaika

Anagrama

650  págs. 24,90 €