INTERFERENCIAS

El polvo de 'La ley del deseo' y todo lo demás

Banderas simboliza a aquella generación que descubrió la vida en los primeros 80

Antonio  Banderas

Antonio Banderas / periodico

IOSU DE LA TORRE

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Recibir la llamada de Julián García anunciándote que Antonio Banderas es el nuevo Premio Nacional de Cinematografía te alegra el mediodía. Iba conduciendo y en la radio sonaba Loquillo. Casualidades malditas o benditas. Banderas, esta es mi generación ó, ó...  

Revisando los disquetes de la memoria, los nacidos en los años 60 podríamos construir un relato generacional persiguiendo la figura del gran actor. 

Dices Banderas y te trasladas a una de aquellas multisalas del Golem de Pamplona, las que acabaron con un monopolio local, donde disfrutamos con el estreno de 'Bajarse al moro'. En aquella época los viejos jóvenes trosquistas del Golem sorprendían con algo tan celebrado como que el director y los actores asistiesen al estreno y compartiese experiencias con los espectadores.

Una tarde vino Almodóvar con su 'Pepi, Luci y Bom y otras chicas del montón'. Banderas nos dio risa de 'fumata' como el madero de 'Bajarse al moro'. Más tarde dejó boquiabiertos a los beatos que no sabían que iban a ver en 'Laberinto de pasiones' como novio fugaz de Imanol Arias.

En nuestro imaginario, Banderas siempre era Almodóvar. Vimos 'La ley del deseo' en un cine de la plaza de Catalunya que ya no existe. A la salida concluimos que el director manchego sería eterno y que cuando pasarán los siglos sería la referencia de una España que reventaba, la misma que decía Alfonso Guerra que no la iba a reconocer ni la madre que la parió. Nos equivocamos un poco con el manchego y un mucho con el sevillano hermano de Juan Guerra y diestro con el cepillo carpintero con Catalunya.

Vuelvo a Banderas en esa 'Ley del deseo', la de Carmen Maura 'trans', la de aquel polvo entre dos hombres, tan bien escenificado por Antonio Banderas y Eusebio Poncela, un polvo tan aleccionador, tan inolvidable, como los cómics de Anarcoma.

Qué grande locura la de Banderas en 'Átame'. ¿Hay alguien que no recuerde el 'the end' con Victoria Abril y Loles León cantando 'Resistiré' en un Seat 850? La mejor versión de la canción del Dúo Dinámico, la que deberían recetar en los gabinetes psicosociales cada vez que reciben a alguien hundido, amenazado, depresivo, derrotado. 'Resistiré' es la cara ahostiada de Banderas y el gesto perplejo de la liberada tras el secuestro Victoria Abril.

Banderas es el entusiasmo latino sobre el teatro de Hollywood donde se entregan los Oscar interpretando un pase torero mientras Penélope Cruz exclama ¡Peeeeedro!

Hubo una vez en América un talentoso actor español que sin saber una pizca de inglés se atrevió a emular a Rodolfo Valentino, triunfó, arrasó y acabó casándose con Melanie Griffith, la hija de Tippi Hedren, la señora de 'Los pájaros' de Hitchcock que recordábamos con miedo en aquella tele en blanco y negro, el novio paciente de Tom Hanks en 'Philadelphia' y el enmascarado Zorro que arrebataba el escote de Catherine Zeta-Jones.

El símbolo Banderas es el del superviviente de esta es mi generación, con ese infarto con el que ha reafirmado su pasión por vivir, día a día, trago a trago, frente a todo, ante nadie. ¡Que viva Banderas! El junco. Que suene 'Resistiré'.