CONCIERTO EN BARCELONA DE UNA FIGURA DEL JAZZ

Un músico inquieto

El polifacético saxofonista Ken Wandermark presenta un nuevo grupo, Made to break, en el San Miguel Jamboree Jazz Club Festival

Ken Vandermark, en uno de sus conciertos.

Ken Vandermark, en uno de sus conciertos.

ROGER ROCA / BARCELONA

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En los últimos 15 años ha sido fácil ver a Ken Vandermark actuar en el circuito del jazz de nuestro país. Lo difícil es verle tocar dos veces con la misma banda. Vandermark, en gira permanente, es el hombre de los mil nombres. Desde mediados de los años noventa el saxofonista y clarinetista ha liderado más de cincuenta proyectos, todos relacionados de una manera u otra con la música improvisada. «Mi trabajo es ir a donde me lleva la curiosidad», dice Vandermark, que maneja jazz, música electrónica, rock de vanguardia, soul, músicas africanas o dub jamaicano en permutaciones que parecen infinitas. «Algunas de esas bandas existen en paralelo. Es posible porque cada una tiene un propósito distinto, aunque en el fondo mi objetivo siempre es dar proponer algo estimulante y visceral para que la experiencia para el músico y el público sea distinta cada vez».

Este jueves en el Jamboree (20 y 22 horas) presenta Made to break, un cuarteto arrollador que incluye instrumentos acústicos y electrónicos y se aleja varios pasos del jazz. «La música de este grupo es especial porque no tiene una narrativa como la de una película o una pieza de jazz. Está hecha de pequeñas secciones que ordenamos de una forma distinta cada noche. Las personas tendemos a resolver los mismos problemas de la misma forma cada vez, y con este sistema no podemos anticiparlos, así que hay más espontaneidad». El cambio ha sido una de las constantes en la trayectoria de Vandermark. Es una necesidad artística y su forma de combatir el estancamiento creativo.

Cinco años atrás puso punto y final al que fue su grupo más popular, Vandermark 5, porque quería dejarlo antes de que las ideas se agotasen. «Un amigo me dijo que era una lástima que no siguiéramos porque Vandermark 5 era 'una gran marca' y supe que había tomado la decisión correcta. No quiero ser una marca», dice con vehemencia Vandermark, que se formó como artista en el circuito del underground y se reconoce en la ética del háztelo tú mismo. Entiende su trabajo como una forma de oposición a un status quo que le parece cada vez más reaccionario. «Ser artista es una responsabilidad. Yo no tengo independencia económica ni puedo controlar dónde me dejan o no me dejan tocar y me paso la mitad del año viajando, pero tengo un compromiso con lo que hago. Y no estoy dispuesto a hacer concesiones para conseguir más trabajo. Un día renuncias un poco, otro día un poco más y de repente estás haciendo una música espantosa. Pierdes tu norte, tu identidad. La idea me aterra. O sea que de alguna manera, mi motivación para hacer lo que hago es el miedo».

En 1999, cuando despuntaba como dinamizador de la escena musical de Chicago, recibió una cuantiosa beca de la fundación privada MacArthur que hasta entonces solamente había premiado a músicos de jazz consagrados. Con ese dinero Vandermark pudo poner en marcha proyectos de gran formato con músicos de ambos lados del Atlántico y asegura que lo que mejor de ese premio fue que le enseñó a adaptarse a cada nueva circunstancia. «El giro de Europa hacia el modelo económico de los Estados Unidos, que se traduce en menos recursos para las artes, nos obliga a replantearnos la forma de trabajar. Volveremos a las giras en sitios pequeños, a organizar conciertos en casas particulares. Nuestro trabajo no es solo hacer la mejor música posible, es encontrar la forma de que sea posible hacerla».