La poesía de la protesta

CRÓNICA Perla Batalla fundió canciones políticas y versiones de Cohen en el Teatre Joventut

Perla Batalla, en el Teatre Joventut de L'Hospitalet.

Perla Batalla, en el Teatre Joventut de L'Hospitalet.

JORDI BIANCIOTTO / L'HOSPITALET DE LLOBREGAT

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Es posible explicar a Leonard Cohen a través de las muchas y distinguidas voces femeninas que le han acompañado siempre en discos y giras: Jennifer Warnes, la malograda Laura Branigan, Sharon Robinson... y Perla Batalla, cómplice, junto a Julie Christensen, de las giras I'm your man (1988) y The future (1993). Californiana de padre mexicano y madre argentina, Batalla tiene siete discos propios y maneja proyectos como el que estrenó el viernes en el Teatre Joventut, de L'Hospitalet, un recorrido por canciones de protesta que, muy gustosamente, no escapó a la sombra de Cohen, la figura que marcó su vida artística para siempre.

Canciones de Batalla contra el imperio, un recital concebido por Alberto Manzano, poeta y biógrafo de Cohen, comenzó a andar en esa cita del festival Barnasants, que se grabó para su futura edición discográfica y que visitará otros escenarios en las próximas semanas. Cohen abrió el recital con Bird on the wire en inglés, lengua que Batalla cambió por el castellano a partir de la segunda pieza, la versión de The partisan, acogiéndose a las adaptaciones de Manzano. La selección de canciones es cuidadosa y evita los himnos más recurrentes con las excepciones de Biko (Peter Gabriel) y People have the power (Patti Smith). Los textos en castellano facilitaron que nos pusiéramos en situación y viviéramos intensamente las dramáticas inflexiones de Lives in the balance, de Jackson Browne, con sus «niños con pistolas» en las guerrillas latinoamericanas, y Broken English, de Marianne Faithfull, que recrea la incomunicación en la guerra fría.

CON CARÁCTER / Un repertorio que demostró que la política ha inspirado la creación de excelentes canciones que sobreviven en el tiempo. En la frondosa voz de Perla Batalla, con acentos de carácter, crecieron en autoridad y realzaron sus contornos poéticos. El grupo, cuatro músicos reclutados en Barcelona, suministraron un tratamiento de rock sobrio, técnicamente impecable aunque algo opaco, sin una identidad determinante que distinguiera esas versiones de otras muchas que podemos conocer. Quizá sea una cuestión de rodaje y familiaridad.

La singularidad la aportó Batalla con su temperamento latino, haciendo suyas piezas como Le politique (Boris Vian) y Under the gun (Kris Kristofferson). Y recreando su conexión con Cohen en The future, Famous blue raincoat, Hallelujah (con la ayuda vocal de su hija Eva, que estudia en Madrid) y Dance me to the end of love. Protesta, belleza y trascendencia.