La gran cita con la historieta

Podio para la memoria histórica

'LOS SURCOS DEL AZAR' PACO ROCA 3La memoria de los republicanos que lucharon en la segunda guerra mundial.

'LOS SURCOS DEL AZAR' PACO ROCA 3La memoria de los republicanos que lucharon en la segunda guerra mundial.

ANNA ABELLA
BARCELONA

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Corría el año 2007 cuando, sin pretenderlo, sus trayectorias se cruzaron para la historia del cómic español. Miguel Gallardo (Lleida, 1955), más que bregado en el underground de los 80 y padre de Makoki, publicó María y yo, sobre el día a día junto a su hija autista. Y Paco Roca (Valencia, 1969), un joven que ya apuntaba maneras con El Faro y El juego lúgubre, editó Arrugas, sobre el drama del alzhéimer. Ambas obras, por su temática adulta y social, y su acertada forma de abordarla, significaron un antes y un después en la percepción del cómic. Por fin, la historieta dejaba de ser solo para niños o aficionados e interesaba a un público mucho más amplio y llamaba la atención de la prensa.

Poco podían pensar ambos, mientras derrochaban complicidad el pasado diciembre en la librería La Central del Raval, cuando Gallardo ejercía de presentador del último trabajo de Roca, Los surcos del azar, que ayer volverían a compartir protagonismo alzándose con los dos galardones más importantes del Salón del Cómic de Barcelona, dotados con 10.000 euros cada uno. Mientras el Gran Premio reconocía la dilatada trayectoria como historietista e ilustrador de Gallardo, Roca, con su nueva historia, un brillante homenaje a los exiliados republicanos que ayudaron a liberar París de los nazis, volvía a recibir el Premio a la Mejor obra de autor español tras lograrlo en el 2011 con El invierno del dibujante.

PREMIO PÓSTUMO A TEZUKA / Además de los galardonados, quienes estaban exultantes anoche eran sus editores, la editorial vasca Astiberri, que veía surgir también de su catálogo la Mejor obra de autor extrajero -El libro de los insectos humanos, un nuevo tributo póstumo a su autor, el japonés Osamu Tezuka, fallecido en 1989, autor también de Adolf y Fénix y considerado el padre del manga- y la Mejor obra por Votación Popular: Papel estrujado, el ambicioso debut de Nadar (Pep Domingo).

La dibujante murciana Clara Soriano, aunque sus viñetas llevan años circulando en internet, fue gracias a su primera obra publicada en papel, Colmado Sánchez (¡Caramba! Cómics), ambientada en una tienda de barrio, que logró el Premio al Autor revelación, patrocinado por la Fundación Divina Pastora con 3.000 euros. El Mejor fancín fue Arròs negre.

Pero volviendo a Gallardo y Roca, tras el éxito respectivo de María y yo y Arrugas (las dos llevadas al cine) publicaron juntos, en el 2009, Emotional world tour, suerte de cuaderno de viaje de sus giras promocionales. Pero también comparten el interés por la memoria histórica.

Gallardo, junto al guionista Juan Mediavilla, alumbraba en 1977 a aquel quinqui canalla llamado Makoki, hoy todo un icono del cómic underground; dos décadas después, el autor catalán publicaba Un largo silencio, sobre la dura vida de su padre, un republicano de humilde infancia en Linares (Jaén) que luchó en la guerra civil, sufrió el exilio, el hambre y los piojos en el campo francés de Argelès-sur-Mer y temió ser fusilado al volver a la España de Franco. No fue hasta la muerte del dictador cuando el padre de Gallardo «se sintió liberado y tras 40 años sin hablar de la guerra civil, empezó a contar su historia».

Y Gallardo, avanzándose a lo que vendría, la llevó al cómic mucho antes de que eclosionara la fiebre de la memoria histórica, cuando el único referente en el que inspirarse para contar una historia autobiográfica de ese tipo era el Maus de Spiegelman. Y lo hizo reproduciendo los diarios de su padre y sumándole diversas páginas de viñetas. 20 años después, con María y yo, volvió a la autobiografía contando el día a día vivido junto a su hija autista.

TRIBUTO A LOS EXILIADOS / En Los surcos del azar, a través de la figura de un republicano español miembro de La Nueve, la primera compañía de las tropas aliadas que entró en el París recién liberado de los nazis, Paco Roca, convencido de la necesidad de recuperar la memoria histórica «porque el pasado está para aprender de él», quiso rendir homenaje a los exiliados de la guerra civil que «sacrificaron su vida por la democracia y la República y lucharon contra el fascismo en la segunda guerra mundial y luego tuvieron que rehacer sus vidas» como perdedores, porque «son un ejemplo de que hay que luchar por lo que se cree».