TERROR

La pirámide Terror momificado

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Grégory Levasseur

Tres o cuatro sustos decentes no justifican una película, y mucho menos una tan tediosa como esta de Grégory Levasseur. Su falta de ideas queda en evidencia desde un intertítulo inicial que nos informa de un equipo de rodaje de un documental desplazado a Egipto -la película transcurre durante las revueltas del 2013 en el país árabe sin motivo aparente-, donde unos arqueólogos han descubierto una pirámide de tres caras bajo la arena. Las imágenes que vemos pretenden ser los restos de esa expedición. En otras palabras, La pirámide utiliza la ya momificada estrategia narrativa del falso metraje encontrado, y esa información de entrada debería dar más miedo en sí misma que nada de lo que luego se ve en pantalla. Aunque lo cierto es que, por suerte o por desgracia, a lo largo de la película el recurso se abandona y se retoma de forma arbitraria.

La pirámide es material de desecho, y eso es algo que la jerigonza egiptológica y las menciones al faraón Akenatón no consiguen disimular. Cuando no copia planos de Alien, el director -colaborador habitual de Alexandre Aja- se entretiene acumulando incoherencias narrativas, diálogos risibles y personajes tan irritantes que, cuando la malvada fuerza sobrenatural que la estructura del título esconde empieza a hacer de las suyas, resulta imposible no sentir alivio. Y el poco suspense que Grégory Levasseur es capaz de generar queda anulado por la insuficiente iluminación de las escenas. Aunque, bien pensado, cuanto menos veamos mejor. N. S.