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El pintor de Woody Allen

Gran formato 8 Agustí Puig, en un rincón de la gran instalación de cartón pintado que abre y cierra la exposición de Can Framis.

Gran formato 8 Agustí Puig, en un rincón de la gran instalación de cartón pintado que abre y cierra la exposición de Can Framis.

NATÀLIA FARRÉ / BARCELONA

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«Quería crear una entrada que proyectara una emoción al espectador, como cuando se accede en una catedral o en una cámara funeraria egipcia, y que funcionara como paso al resto de la exposición». Así explica Agustí Puig (Sabadell, 1957) la instalación realizada en Can Framis con motivo de la muestra sobre el pintor que inaugura la temporada en el espacio de Poblenou. La primera individual del artista en Barcelona desde el 2008, año en que se dio a conocer al gran público -los expertos ya respetaban su obra- por ser suyas las pinturas que Javier Bardem simulaba crear en Vicky Cristina Barcelona, de Woody Allen. Una experiencia que Puig califica de «positiva» y que supuso que mucha gente en EEUU conociera su obra, entre ellos el propio director de la película que luce una de sus piezas, escogida por Soon-Yi, su esposa, en casa. Aunque mucho antes de la experiencia, Puig ya había hecho el salto al continente americano, donde tiene galería desde hace años -algo que no puede decir de su país natal- y donde en diciembre inaugurará exposición, en Nueva York.

La muestra de Barcelona reúne una treintena de piezas de reciente creación que evidencian los rasgos característicos de la obra más actual de Puig. Querencia por el blanco y negro: «De unos años hacia aquí he ido eliminando el color. ¿Por qué? No lo sé». Dripping grattage con sierra eléctrica: «Una herramienta que permite la gestualidad rápida y a mí me gusta que la mano vaya más rápido que el pensamiento». Y sus temas de siempre: «Hablo del ser humano porque es lo más cálido, lo que más me interesa». Todo ello bajo la máxima: «Explicar cosas con cuatro pinceladas y si pueden ser tres mejor porque menos es siempre más». Y bajo un título de lo más poético Va voler ser aire i va voler ser vent, un nombre que sale del último párrafo del cuento escrito por Enrique Juncosa para el catálogo.

La instalación abre y cierra la muestra (la última parte aparece en la sala final). En total, casi medio centenar de metros cuadrados de pared cubiertos por cartón pintado con sillas, «como cualquier objeto puede tener muchos significados», cuerpos y esqueletos. «Es el mundo, es la vida, es la muerte, sin la muerte la vida no tiene sentido», afirma, pero no quiere ir más allá: «Más explicaciones rompen el misterio y lo bonito es que tenga misterio». 

La copia creativa

Y en medio, espacio para una sala de autorretratos y otra dedicada al tema del pintor y la modelo. Piezas, todas, que son un homenaje a la historia del arte. En muchas aparece la influencia del expresionismo americano, en otras se aprecia la de Picasso y en una de las obras aparece el Retrato de Inocencio X de Velázquez. Y es que Puig lo tiene claro: «Quien no copia no progresa, cualquier copia es creativa. Todo se aprende copiando de la naturaleza, de los libros o de los grandes maestros. No hay nada nuevo», concluye.