El Petit de Cal Eril: "Mutaremos genéticamente hacia el bien"

Esta semana se publica 'La força', quinto disco del catalán que se bautizó artísticamente con el sobrenombre que le endosaron en su Guissona natal. Es tan fácil caer fascinado ante el onírico y tierno cancionero de Joan Pons como difícil es descifrar su contenido. Para colmo, El Petit de Cal Eril disfruta más hablando de cualquier cosa que no sea su disco. Esta es una entrevista extraña, laberíntica, plagada de señales y misterios, como 'La força'.

¿Por qué me ha citado en la plaza de las Palmeres de Sant Andreu? Por el megalitismo: los megalitos, los menhires...

Crecí en este barrio y nunca he visto ninguno. No sé si los encontrará. Exacto, no lo sabe. Y si los hubiera tampoco sabría por qué están ahí. Estoy trabajando en un proyecto sobre el megalitismo con dos fotógrafos. ¡Mire, me llega un mensaje de Edu Vila! ¡Qué casualidad! Él ha hecho la portada.

¿Del disco o del proyecto sobre megalitismo? Del disco, que tiene algo de megalitismo. Son unas piedras que forman una señal. Las encontramos en un bosque en la Segarra. En vez de hacer unas fotos promocionales montamos allí una 'performance' artística con los amigos y creamos otras pequeñas piezas con ramas: símbolos, señales...

¿Cómo encontró ese bosque? Ese bosque de encinas está a dos minutos de mi casa. Yo buscaba rastros, señales de personas que hacen cosas. Y allí un individuo las hizo. Tengo sospechas de quién es. Nuestras señales ya han desaparecido, pero la suya sigue ahí. Es la que fotografiamos para la portada del disco. Es un círculo.

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Pero todo esto no tiene nada que ver con el megalitismo. No, pero, ¿cómo puede ser que a la hora de hacer la foto para la portada me llamasen para proponerme este proyecto? ¿Y por qué hemos quedado en la plaza de las Palmeres y me he hecho las fotos justo entre dos palmeras?

Las palmeras dan nombre a la plaza y son más llamativas que el olivo. Ya, pero hay olivos de 500 años. Eso es muy fuerte. Esto del tiempo es tan delirante... En mi pueblo hay tumbas íberas. Yo me he metido dentro de ellas y siempre pienso: aquí enterraron a un tío hace 4.000 años.

¡Déjeme preguntarle algo! Algo que solo se pregunta a las mujeres: ¿cómo lo hace para combinar la paternidad con su trabajo de músico? ¡Igual que un panadero! Sobre la marcha. La respuesta real es: gracias a mi pareja. Sin ella ahora estaría vigilando que mi hijo no coja la pelota de otro niño mientras hablamos. Es lo que más odio de ir a los parques: vigilar que tu hijo no coja nada de otro. ¡Que espabilen! Ellos tienen sus mecanismos como nosotros tenemos los nuestros. No hay que ser tan intervencionista.

Pero cada vez lo somos más. Cada vez nos empujan más a delegar en la autoridad la solución de conflictos que antes sabíamos autorregular. Leí aquel artículo sobre el problema del Big Bang. Yo iba mucho a esa sala cuando vivía en Barcelona. ¿Una gente que tiene un bar y no puede montar conciertos? La única solución es montar un sistema totalmente alegal y que les den. Como los que fuman marihuana. Serán unos fumetas, pero son más espabilados: van a su rollo, fuman, hacen dinero y nadie les dice nada.

¿Qué tal funciona el Teatre de Cal Eril de Guissona? Alegalmente. Funcionamos como podemos. Si quisiéramos hacerlo bien sería totalmente imposible. Pero tantas cosas funcionan así... La ley ha perdido el sentido común que debería imperar en todo. Quizá no deberían hacer tantas leyes sino educar de manera más afable. Si la gente es educada y hay sentido común no hace falta controlarlo todo. Y eso acabará pasando.

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¿Ah, sí? Por supuesto. O, por lo menos, habrá un movimiento en esa dirección. Y de eso habla este disco: de una nueva manera de funcionar y ver la vida. Pero no porque te lo manden, sino porque salga de ti mismo. El ser humano se autoinventará. Debemos confiar en que nos iremos encontrando toda esa gente que queremos vivir de una forma más plácida. Poco a poco se irán construyendo pequeñas redes que acabarán teniendo importancia y poder.

Semanas atrás se presentaba en Sants una asociación de cooperativas... Pero esto irá más allá de cooperativas y tiendas ecológicas. Están muy bien estos movimientos porque demuestran que la gente quiere funcionar de otro modo, pero yo pienso en algo más profundo: en un cambio de conciencia personal hacia el bien. No sé si será dentro de 100 o de 300 años. Hablo de un cambio que podría ser hasta genético.

¿Que la especie humana evolucione hacia una actitud más bondadosa solo para garantizar su supervivencia? Sí, buscando la felicidad. ¿Por qué no? Tenemos que confiar en eso.

No sabía que era tan optimista. Lo soy. Antes hemos visto a un niño que ha chutado su pelota y ha ido a la cabeza de una señora. Como sabemos que las cosas son una mierda, los dos pensábamos que el niño se giraría y se reiría, pero ha cruzado toda la plaza, ha cogido de la mano a señora y le ha pedido perdón mirándola a los ojos. Tenemos muestras constantes de que las cosas pueden ir bien. Esto es solo una anécdota, pero a veces desconfiamos demasiado.

¡Por eso me ha traído hoy a la plaza de les Palmeres! Sí. ¡No! ¡Ha sido por el megalitismo! Pero, ¿cuándo me hace la entrevista?