Una escritora que explora las zonas oscuras
La perversa Lionel Shriver
La autora de 'Tenemos que hablar de Kevin' presenta su nueva novela
La escritora norteamericana Lionel Shriver (Carolina del Norte, 1957) parece disfrutar con esa imagen de pedernal que ha ido construyendo paralelamente a sus desasosegantes novelas y muy en especial conTenemos que hablar de Kevin, una bomba de profundidad al sacrosanto sentimiento maternal, que recientemente se llevó al cine. Por eso cuenta una anécdota, con maligna satisfacción. Durante una entrevista una periodista aseguró haber leido todos sus artículos en prensa. «¿Todos? ¿No cree que me repito?». «No en los temas -contestó la reportera-.
Lo único que se repite es que la autora no es muy agradable».
Así que es imposible incomodar a alguien que asegura tener una «perversidad natural» como quien se cuelga una medalla. Su última novelaTodo esto para qué (Anagrama) maneja un material muy doloroso, las consecuencias de la enfermedad y sus repercusiones familiares. Cómo un hombre debe renunciar a su sueño, tras el diagnóstico a su esposa de un raro cáncer. «Sé que es un libro que por su tema provocará el rechazo de muchos lectores, pero la ficción tiene la misión de hablar de aquello que queremos evitar. Yo lo hago con humor y además proporciono un final feliz». Aviso: tratándose de Shriver el humor suele ser cruel y feliz, no significa exactamente feliz.
La novela estaba ya acabada cuando se aprobó la reforma sanitaria de Obama, una transformación a su juicio «insuficiente» que no invalida su tesis crítica de un sistema basado en «el dinero y en los seguros médicos». Sabe bien de lo que habla. El tema surgió de la rabia acumulada tras las penalidades sufridas por un amigo ya fallecido.
Shriver tiene una buena perspectiva para contemplar el modelo norteamericano. Hace dos décadas que vive en el Reino Unido -«pero nunca me considerarán inglesa»-. Pero tampoco el modelo europeo, ahora en peligro, la satisface. «En Gran Bretaña generaciones tras generaciones se han acostumbrado a vivir del subsidio público». Y ese repudio le sirve para ilustrar otra de lasmedallasque se cuelga con sonrisa esquinada: «Soy una derechista desagradable».
ANDRÓGINA / A los 15 años, la heterosexual Margaret Ann Shriver cambió su nombre por el masculino Lionel. «Yo era muy marimacho, creo que siempre he tenido una sensibilidad muy andrógina de la que no tengo que excusarme». Ese sentimiento unido al rechazo a la estricta educación religiosa familiar terminaron por construir su inmisericorde mirada. De ahí que cuando su editor, Jorge Herralde, repare en unas líneas de la novela cargadas de ternura, tenga que admitir elpecadode mala gana.
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