CRÓNICA

La pereza carismática del rockero Kurt Vile

El músico exhibió en el Apolo su ritmo arrastrado

JUAN MANUEL FREIRE
BARCELONA

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El rockero Kurt Vile convierte la pereza en arte en canciones que se mueven a su propio ritmo, arrastrado y, por otro lado, hipnótico; poco acorde con la velocidad de los tiempos. Entre sus aparentes héroes encontramos a un músico del que tampoco tantos músicos jóvenes (Vile tiene 34) hablan en entrevistas: John Fahey, maestro de la acústica pellizcada. Cuando se lanza a algún solo eléctrico, la referencia clave parece Neil Young.

Dueño ya de su propio día en su Filadelfia natal (el 28 de agosto), el maduro precoz Vile dio el lunes señales de maestría en Apolo. En algún momento se le pudo acusar de autoindulgencia -no alargó todas las canciones con igual habilidad-, pero su talento es obvio, realmente natural. Es como si cada tema naciera delante de nuestros ojos cuando los empieza a tocar. No se ven los hilos, no se nota el esfuerzo detrás.

Acompañado por su banda The Violators -mención especial para el batería Kyle Spence-, arrancó con Wakin on a pretty day, el corte (casi) titular del reciente Wakin on a pretty daze (2013), cuyo exitoso repertorio revisó con Girl called Alex (quizá un poco más tormentosa que en disco), la excelente KV crimes o, a solas con la acústica, Too hard, una canción sobre las tribulaciones de ser rockero y padre: «'Tómate tu tiempo', dicen / Y esa quizá sea probablemente la mejor forma de estar / ¿Pero qué hay de aquellos que son padres, y qué pasa con sus hijas?»

ESA MELENA / Vile quiso también reivindicar discos anteriores al volumen de su explosión definitiva y rescató gemas como Freak train -de su primer disco para el reputado sello Matador, Childish prodigy (2009)-, Runner ups o una On tour con final climático. En ningún momento sacudió realmente su melena (idéntica a la de la popstar neozelandesa Lorde), pero eso habría significado perder su estética, su identidad primera, esa pereza extrañamente carismática.