CRÓNICA

Paolo Angeli, inventor de mundos

El audaz músico sardo desplegó todo su mundo sonoro en el Festival de Jazz de Barcelona

Paolo Angeli, en el Jamboree.

Paolo Angeli, en el Jamboree.

ROGER ROCA
BARCELONA

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¿Pero qué es eso: una guitarra o un violoncelo? ¿Para qué sirven todos esos muelles? ¿Y esos dedos metálicos? ¿Y todas esas cuerdas? La reacción cuando alguien ve por primera vez a Paolo Angeli sobre el escenario siempre es la misma. Porque su instrumento es único. O casi: solo existe el suyo y el que construyó por encargo para Pat Metheny. Como un luthier chiflado, el músico sardo afincado en Barcelona ha transformado la guitarra tradicional de su tierra natal en un instrumento de fantasía. Y con ella adosada a cables, pedales, micrófonos y motores de ventilador, con una guitarra que se toca con las manos y con los pies, hace una música no menos fantástica.

La segunda vez que alguien ve a Paolo Angeli, superado el asombro ante su Frankenstein artesanal de madera y acero, la pregunta que se hace es otra. ¿Qué tocará esta vez Paolo? Porque además de inventor, el guitarrista de Cerdeña ante todo es un músico audaz. El martes en el Jamboree, dentro del 42º Woll-Damm Festival Internacional de Jazz de Barcelona, fue de un lado a otro de su mapa sonoro con desparpajo, viajando de las latitudes más solemnes a las más lúdicas. Cerró el concierto con una canción tradicional de supuesto origen corso tocada «al estilo de Tom Waits, pero de Tom Waits borracho», que sonó como un himno pirata ahogado en una tormenta eléctrica.

DELICADA VERSIÓN DE BJÖRK /Antes, con la ayuda del arco de violoncelo, sirvió una delicadísima versión de Björk. Angeli tiene un disco en el que interpreta composiciones de la islandesa y del guitarrista de vanguardia Fred Frith. Porque al final, para Angeli, todo es lo mismo. No distingue entre popular y culto, ni entre moderno y arcaico. Busca canciones que le gusten, músicas que comuniquen algo, y las traduce al lenguaje de su guitarra, para la que construye un léxico propio, entre lo improvisado, lo intuido y lo aprendido. Nadie lo diría, pero Angeli, con toda su pinta de marinero buscavidas, es etnomuiscólogo y autor de un estudio muy serio sobre el canto tradicional con guitarra de Cerdeña. En el Jamboree cantó una de esas tonadas. Sospecha que su maestro desaprobaría su versión, pero él la tiene que interpretar a su manera -sucia, salvaje, rugosa- porque, dice, ahora vive «en una calle en la que hay ladrones que te cogen por el cuello, así que no puedo seguir tocando música tan linda, tengo que tocarla un poco bárbara». Bárbara y vital.