DRAMA

Oslo, 31 de agosto Una mancha indeleble

Oslo, 31 de agosto Una mancha indeleble_MEDIA_2

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Joachim Trier

Esta película noruega del 2011 adapta de manera muy libre (y espléndidamente) la novela de Pierre Drieu La Rochelle que ya dio pie a la obra maestra de Louis Malle Fuego fatuo (1963).

El itinerario es similar, actualizando la época, cambiando la ciudad y haciendo que el protagonista no esté desintoxicándose del alcohol, sino de todo tipo de drogas. En su primer día de permiso en semanas, con motivo de una entrevista de trabajo, el joven Anders pasa revista a su vida reciente encontrándose con aquellas personas que han sido determinantes en su vida y conociendo a otras que no tendrán tiempo de serlo.

El personaje encarnado por Maurice Ronet en el filme de Malle revisaba sobre todo su vida sentimental, sus antiguos lujos y sus actuales miserias. El recorrido de Anders, el protagonista de Oslo, 31 de agosto, deviene aún más funesto, pero está planteado con la misma manera seca, realista, especialmente sobria, sin ninguna salida de tono. Sabemos desde el principio que hay escaso futuro, y la película se convierten en la crónica aciaga de este día de verano en un Oslo filmado inicialmente de manera sepulcral. Lo mejor del trabajo de Joachim Trier es su capacidad para la observación. La cámara sigue al personaje de manera discreta y respetuosa, y a la vez muy próxima.

Aunque no se pronuncie la misma frase que cerraba Fuego fatuo, la sensación que transmite Oslo, 31 de agosto es idéntica: el protagonista deja una mancha indeleble en el cuerpo de aquellos a los que ha conocido. Q. C.