Análisis

Nuestro rock & roll

LLUÍS CABRERA

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Durante la década de los 60 y finales de los 70 del pasado siglo, la rumba catalana tuvo dos décadas de apogeo, sobre todo en los países de lengua hispana. En esa época se dio cita una constelación de grandes artistas que posibilitaron un éxito del género sin precedentes. Unos años antes, en Catalunya se había gestado esta nueva música popular.

Entre todas las estrellas brillaba con luz intensa Pere Pubill Calaf, Peret. La televisión, la venta de discos, las giras y algunas películas convirtieron al gitano de Mataró en un all star a la altura de los rockeros de más enjundia. Si desde Catalunya no se supo aprovechar el tirón mundial de Peret para estabilizar una industria musical potente, quizá fue debido al miedo a un género que, por su sencillez, se pega al oído e incita al baile con esquinazos eróticos.

En esa época no había discoteca donde no se escucharan canciones de Peret: Don Toribio, La fiesta no es para feos, Belén Belén, Rumba para ti, Una lágrima, El borriquito, Canta y sé feliz, El gitano Antón, Es preferible... Por tanto, si en los lugares donde el rock hacía estragos, la rumba catalana le disputaba el podio, me atrevo a asegurar que nuestra rumba es nuestro rock & roll.

La rumba catalana, prima hermana de la rumba flamenca, tuvo momentos de declive, sobre todo cuando Peret decide apartarse de las bendiciones del público. Aun así, durante la transición política y principios de los 80, Gato Pérez le pegó un revolcón al género y lo colocó en el calendario de todas las fiestas mayores del territorio.

Mimbres propios

En el albur de este siglo, los grupos de pop-rock de Catalunya que compiten en el mercado global de la música escogen el ritmo y los giros musicales de la rumba catalana para disponer de mimbres propios. Una decisión acertada y natural, porque para distinguirse hay que ofrecer condimentos diferenciadores. Si la rumba catalana ya nació como fruto de una amalgama musical y de las idas y las vueltas, si además la sabes mezclar con las claves del rock, la estás poniendo en los circuitos internacionales, los que al fin y al cabo te ofrecen la posibilidad de llevar el arte más allá de los rincones donde se crea. La mirada extranjera a la mezcolanza que acabo de apuntar, exactamente igual que ocurre con el flamenco, es la garantía de que la tradición no desaparezca.

Espero y deseo que allá donde se encuentre el maestro Pere Pu-

bill Calaf, Peretcompositor, músico y autor de canciones, no descanse, que siga con sus proyectos y que su arte inyecte a las almas el placer de vivir.