SEMANA Barcelona Novel·la Històrica

La leyenda de Roldán

Robert Dübell evoca al paladín de Carlomagno en 'El héroe de Roncesvalles'

El escritor alemán Robert Dübell, ayer en Barcelona.

El escritor alemán Robert Dübell, ayer en Barcelona.

ANNA ABELLA / BARCELONA

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Todo héroe tiene su talón de Aquiles y el «miedo a ser derrotado» fue el de Roldán, el protagonista del famoso cantar épico medieval, que murió hacia el año 778 en la batalla del Roncesvalles, en un desfiladero del Pirineo navarro, mientras comandaba la retaguarda de las tropas de Carlomagno, rey de los francos, en su campaña contra los sarracenos de Al-Andalus. Al alemán Richard Dübell (1962), que participa en la semana Barcelona Novel·la Històrica, fue esa debilidad de la figura del paladín carolingio la que le llevó a evocar su leyenda en El héroe de Roncesvalles El héroe de Roncesvalles(Ediciones B).

«Roldán era un hombre joven en el que nadie creía, excepto su tío, el propio Carlomagno, quien sí le dio su confianza. Por eso se hizo guerrero, para demostrar de lo que era capaz. En la novela quise resaltar su conflicto y su desesperación en el desastre final de Roncesvalles, donde no quiere reconocer la derrota, no quiere pedir ayuda y miles de sus soldados mueren. Porque pedir ayuda habría sido admitir su fracaso ante su tío -comenta el autor de best-sellers históricos como La Biblia del Diablo y Las puertas de la eternidad-. Su gran amigo Afdza ya lo dice en el libro, que cuando sepa entender que en la guerra hay victorias y hay derrotas se convertirá en el mejor guerrero, pero Roldán no se da cuenta de ello hasta el final, cuando ve que debe aceptar la derrota para vencer convirtiéndose en héroe».

Dübell tenía solo cinco años cuando su abuela le regaló su primer carnet de biblioteca, abriéndole así el fascinante mundo de las historias de caballerías, como el Cantar de Roldán, el poema en lengua romance más antiguo de Europa, escrito en el siglo XI, tres siglos después de los hechos, que con toda probabilidad fueron revestidos de épica y magnificados. El escritor se planteó las mismas dudas que otros estudiosos del episodio, sobre el que no hay certezas. La mayor incógnita sigue siendo quién tendió la emboscada a los francos: los vascones, que poblaban la actual Navarra y La Rioja, o los sarracenos. «Yo me inclino por los vascones, porque Carlomagno había destruido su capital, Iruña, la actual Pamplona, por un motivo estratégico, no porque estuviera en guerra con ellos. Por ello los vascones pudieron lanzarse por venganza contra Roldán cuando vieron que el grueso del ejército de Carlomagno ya había pasado. Creo que El Cantar de Roldán infravaloró a los vascones y se centró en el conflicto entre musulmanes y cristianos, entre sarracenos y francos».

Dübell recurre a la ficción para escribir una historia de amistad, con el sarraceno Afdza, que incluye un triángulo amoroso con Arima, señora del castillo de Roncesvalles, enclave estratégico que Carlomagno deseaba neutral. «Las mujeres nobles de los francos, aunque no tenían derechos, eran orgullosas, independientes y salvajes, sabían cómo controlar a los hombres y participaban incluso en política, algo que puede sorprender viendo el papel de la mujer en la edad media».

El autor (que ya tiene a punto una nueva novela, sobre Bismarck, unos cuantos siglos más allá) utiliza en su historia la figura real de Solimán ib-Al Arabi, valí de Medina Barshaluna (la Barcelona árabe), quien buscó la alianza de los francos contra su rival Abderramán, emir de Córdoba. «Los árabes no eran los malos, solo los contrarios. Quise mostrar a Solimán y a Carlomagno como hombres honrados que, como deben hacer política, manipulan, engañan y usan trucos para lograr lo que quieren. Solimán parece que tenía sed de poder pero fue Carlomagno quien llegó a emperador».