Neil Young acusador

El cantautor canadiense publica este martes 'The Monsanto years', donde arremete contra la multinacional agrícola

Neil Young (centro), acompañado de Lukas y Micah Nelson.

Neil Young (centro), acompañado de Lukas y Micah Nelson.

JORDI BIANCIOTTO / BARCELONA

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Un disco que habla de granjeros, cultivos, pesticidas, semillas y transgénicos. No parece un material muy rock'n'roll, pero de convertirlo en airadas canciones de guitarras arenosas se encarga Neil Young, el viejo hippie que nunca ha sonado pasado de moda, que ha sido incorporado por las sucesivas generaciones del rock (punk, grunge, ola alternativa) y que, en su etapa otoñal (el 12 de noviembre cumplirá 70 años), evita toda complacencia y muerde más fuerte y hondo. Poniendo el mensaje político y ecológico en un primer plano y recuperando los visionarios cánticos folk y, sobre todo, la crudeza rockera en The Monsanto years, trabajo que sale este martes a la venta.

Sigue su camino un Neil Young que encadena proyectos con voracidad y que, tras lanzar dos discos en el 2012 y otros dos en el 2014, estrena ahora alianza con un joven grupo, Promise of the Real, encabezado por el cantante y guitarrista Lukas Nelson, hijo de Willie Nelson, al que se une su hermano Micah. Un tándem al que Young ha visto crecer, y que, a lo largo del disco, se diría que trata de reconstruir el sonido clásico de Crazy Horse: las armonías saturadas de guitarra y los ritmos pesados al servicio de hipnóticas letanías. El cantautor canadiense y su nuevo grupo han grabado el disco en la sala de conciertos Teatro, de Oxnard, California, que da título a un disco grabado allí en 1998 por Willie Nelson.

Vientos de boicot

Las nueve canciones de estreno, caudalosas, con ese aspecto de fuerzas de la naturaleza tan propio de muchas composiciones clásicas de Neil Young, obedecen a una causa superior, la denuncia del uso de productos químicos y transgénicos en la agricultura. No es una acusación genérica: Young señala a una multinacional agroquímica de nombre muy preciso, Monsanto, y a las empresas que colaboran con ella, hasta el punto de esbozar un boicot a la cadena de cafeterías Starbucks en una de las canciones, la aparentemente desenfada (encabezada por un estribillo silbado) A rock star bucks a coffee shop.

La letra dice: «Si no te gustan los locales de Starbucks / Mejor cambia de parada / Porque no es la única que tenemos / Sí, quiero una taza de café, pero no quiero transgénicos / Me gusta empezar mi día libre sin ayudar a Monsanto». El pasado noviembre, Young acusó en su web a Starbucks de «estar detrás» de una organización, GMA, que se disponía a denunciar al estado de Vermont por haber aprobado una ley según la cual las etiquetas de los productos alimenticios deben precisar si incluyen ingredientes genéticamente modificados. Starbucks lo negó y añadió que no había tomado una posición sobre el etiquetaje y que era partidaria de una «solución a escala nacional». Ahora, A rock star bucks a coffee shop recrea esa acusación elevando el tono, hablando de «políticos fascistas y gigantes químicos caminando cogidos del brazo» y lanzando una petición en el estribillo: «dejemos que los granjeros crezcan lo que quieran crecer».Es la canción de mensaje más contundente y explícito, pero no está precisamente sola. The Monsanto years combina las estrofas de calado humanista, como en A new day for love, la pieza que abre el disco, con la protesta amarga, como en la canción que le da título, casi ocho minutos de mantra dolido guiados por un riff orgullosodigno del crazy horse Frank Poncho Sampedro. «Las semillas de la vida no son lo que eran / La madre tierra y Dios dejaron de poseerlas», lamenta ahí a modo de conclusión. En la poderosa People want to hear about love hay denuncia y dulzura. «No hables de las corporaciones, que secuestran nuestros derechos / La gente quiere que le hablen de amor (...) No digas que los pesticidas están causando autismo infantil / La gente quiere que le hablen de amor».

La sangre de la Tierra

Canciones de tacto rockero indómito, con claros en el bosque como Wolf moon, heredera de los aires acústicos de Harvest (1972), destellos de altivo rock granjero en Workin' man y pliegues melódicos en Rules of change, con nuevas andanadas contra el poder de las corporaciones y la escasa confianza en la justicia. Como en la tormentosa Big box, que supera los ocho minutos, y en el lamento que cierra el disco, If I don't know, melancólica pieza en la que Young parece pedir perdón por las heridas que vierten la «sangre de la Tierra».

La dureza narrativa del disco ha provocado que Monsanto haya hecho un comunicado en el que, tras declarar que en la empresa son «muchos» los fans de Neil Young, considera que el mensaje del disco es «fallido» y que los textos difunden «mitos» derivados de la «desinformación» sobre la agricultura biotecnológica. Un disco, sí, sobre granjeros, cultivos, pesticidas... Y, más allá de todo eso, otra obra de Neil Young sobre sus ideales incorruptos, una idea del amor universal y el apego a la madre Tierra de un viejo hippie que sigue sin pasar de moda.

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