NARRACIÓN ESTREMECEDORA

Hambre, locura ycanibalismo

'El naufragio de la Medusa' recupera un caso que escandalizó a la Francia de 1816

Detalle de 'Le radeau de la Mèduse', de Géricault.

Detalle de 'Le radeau de la Mèduse', de Géricault.

XAVIER MORET / BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El naufragio de la fragata francesa Méduse frente a la costa de Mauritania conmovió a Francia en 1816 e inspiró a Géricault uno de sus cuadros más famosos, Le radeau de la Méduse. Un total de 147 personas intentaron salvarse en una balsa, pero sólo 15 lo lograron después de 13 días a la deriva. El relato de dos supervivientes, El naufragio de la Medusa (Senegal, 1816), publicado ahora por Ediciones del Viento, revive aquel episodio de desesperación, hambre, locura y canibalismo que escandalizó a la Francia de la época.

La Méduse zarpó de la isla francesa de Aix el 17 de junio de 1816. Su destino era la costa de Senegal, pero tras 17 días de navegación, la impericia del capitán provocó que embarrancara en Mauritania. Un total de 147 tripulantes fueron abandonados en una balsa, sin agua y sin víveres.

El relato de Córreard y Savigny, dos de los supervivientes, es de una crudeza estremecedora. Cuando vieron que en los botes no cabían las 400 personas que había a bordo, decidieron construir una balsa. Hubo nervios, peleas y desesperación, hasta que al final sólo 147 lograron subir. El bote principal, en el que iban el gobernador y varios oficiales, se desentendió de ellos y quedaron a la deriva.

El hambre y la sed no tardaron en hacer su aparición. En el primer reparto se acabó la galleta. Muchos no pudieron aguantar y fueron arrastrados por las olas hacia la muerte. Los soldados, convencidos de que iban a morir, «bebieron hasta perder la razón» y no tardó en registrarse un motín que convirtió la balsa en campo de batalla

«La mayoría de estos miserables no eran dignos de llevar su uniforme», escriben los autores. «Eran la escoria de toda clase de países, los desechos de las prisiones». A falta de armas, muchos luchaban a dentelladas.

La balsa quedó pronto cubierta de cadáveres y, cuando volvió la calma, los náufragos se vieron obligados a comerse las cartucheras y el cuero de los sombreros, hasta que al final cayeron en el canibalismo. «Los infelices que la muerte no se llevó, los cortaron en piezas y algunos incluso los devoraron al instante», escriben los autores.

Tras un segundo motín, la balsa se cubrió de nuevo de cadáveres y al cabo de una semana solo quedaban 27 a bordo. «De este número», escriben los autores, «solo 15 parecían poder vivir algunos días; todos los demás, cubiertos de grandes heridas, habían perdido casi enteramente la razón».

Ante la situación desesperada, tiraron a los heridos al mar y combatieron la sed bebiendo orina. Al cabo de 13 días, cuando la muerte ya parecía inminente, los rescató un bergantín. Fue el final de una aventura, pero el relato de los supervivientes escandalizó a Francia. La oposición liberal consiguió que dimitiera el ministro de Marina y que condenaran al capitán de la Méduse a tres años de cárcel. Fue entonces cuando Géricault decidió pintar el famoso cuadro que hoy se expone en el Museo del Louvre.