Dos décadas de disputa patrimonial

Un museo en peligro

El Museu de Lleida custodia la mayor parte de los bienes reclamados por Aragón, obras que narran los 800 años de historia común del territorio de la Franja

El frontal de altar de Berbegal, una de las joyas del Museu de Lleida que en su momento Aragón reclamó sin éxito.

El frontal de altar de Berbegal, una de las joyas del Museu de Lleida que en su momento Aragón reclamó sin éxito. / periodico

NATÀLIA FARRÉ / BARCELONA

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El frontal de altar de Berbegal no es un frontal cualquiera; es uno de los pocos ejemplares que existen del llamado 'arte del 1200'. "Unas piezas de una calidad fuera de serie con influencias del mundo clásico y del mundo bizantino a las que llaman el 'canto del cisne del románico' porque son sus últimas producciones", explica Carme Berlabé, conservadora del Museu de Lleida. El frontal entró en 1903 en el Museu Diocesà (una de las dos colecciones del actual centro) donado por la parroquia oscense. "Estaba en mal estado, no se utilizaba y el párroco de Berbegal lo envió. Siempre ha estado expuesto", continúa Berlabé. 

Y es que los objetos que se acumulan en los museos diocesanos -o, mejor, el porqué de la existencia de estos- tienen mucho que ver con las piezas apartadas del culto por los cambios litúrgicos o arquitectónicos de las parroquias que los propios párrocos enviaban a las diócesis. "Son objetos que no se utilizaban y estaban en mal estado", puntualiza Berlabé. Y objetos que, una vez restaurados, explican la historia de dichos obispados. En este caso, los 800 años de relato común de un territorio de frontera unido bajo el paraguas de la Iglesia desde 1149, conquista de la Lleida islámica, hasta la segregación fatídica de 1995.

"Es el hilo conductor del museo. Somos el único centro que cuenta la historia de la Franja de poniente, de levante para los aragoneses. Y además es a nosotros a quien corresponde explicarla porque Lleida ha estado 800 años ligada a este territorio al ser sede de la diócesis", apunta la conservadora. Es por esto que todas las piezas reclamadas por Aragón, frontal de Berbegal incluido, y también las únicas que la comunidad tiene catalogadas sitas fuera de sus fronteras, están aquí. Y es por eso que si todas marcharan, unas 160, el relato del centro debería cambiar totalmente.

EN EL PRADO Y EN TOLEDO

De momento, el peligro más inminente es que salgan las obras de Sijena que ya tendrían que estar en el cenobio desde el 25 de julio por obra y gracia de la ejecución provisional de la sentencia que falló que la compra era nula por haberse hecho después de que el monasterio fuera declarado monumento nacional. Algo más que discutible para Berlabé, pues ella tiene documentadas ventas de las monjas hasta 1925. Las piezas siguen expuestas o en las reservas y nada indica que vayan a moverse si no es por la fuerza: "No estamos autorizados a librar nada sin la autorización del 'conseller'. Las tendrán que coger, embalar y llevárselas por la fuerza, violentando los espacios, las personas y los objetos", se lamenta.

Son 44 piezas, entre ellas auténticas joyas, como las cajas sepulcrales de Isabel de Urgell, Beatriu Cornel y Francisquina de Erill; y cuatro fragmentos de alabastro del que fue retablo de Santa Ana realizado por escultor francés Gabriel Joly y que son "una representación muy interesante de la escultura del renacimiento de influencia italiana". No muy lejos lucen dos frontales exigidos por la diócesis de Barbastro: el frontal de San Vicente de Tresserra y el de San Hilario de Buira. "Aragón solo reclaman las piezas de Lleida porque son con las que tienen posibilidades. La iglesia desde el primer momento estuvo a favor de que estas obras fueran para Aragón. Es más fácil que denunciar al Prado", reflexiona Berlabé. Y eso que la pinacoteca madrileña, al igual que el Museo de Santa Cruz de Toledo, tiene partes importantes del retablo mayor de Sijena.

Con todo, la conservadora no descarta llegar a un acuerdo satisfactorio para ambas partes. "Sería lo saludable, lo que no puede ser es que este litigio dure eternamente". Lo intentó en su época de 'consellera' Caterina Mieras, pero fracasó. En el otro lado no estaban por la labor.