'Múltiple': señales de vida

Tras casi una década de sequía creativa, M. Night Shyamalan recupera aquí buena parte de la audacia y la precisión que lo encumbraron al principio de su carrera. En absoluto la primera aportación al cine de género que explota los trastornos de identidad disociativos, 'Múltiple' es ella misma una obra esquizofrénica: no solo nos hace oscilar su metraje entre la intriga, el psicodrama y la comedia negra, sino que nos sitúa dentro del laberinto de una mente extremadamente fracturada y a la vez detrás de las víctimas que tratan de huir de ella.

Generando atmósfera de pavor desde la abducción inicial, la película al principio funciona como un 'thriller' de secuestros al uso. Pero, siguiendo los pasos de 'Psicosis', gradualmente demuestra ser más sobre el verdugo que sobre las víctimas; e incluso cuando se centra en ellas lo hace especialmente en una, que lucha contra demonios tan feroces como los que acechan a su captor -eso hace que la eventual batalla entre ambos sea no solo muy tensa sino también profundamente emocional-. Habrá quien cuestione la falta de rigor con la que Shyamalan trata la multiplicidad de personalidades, que esencialmente le sirve para que su personaje protagonista dé más miedo y el actor que lo encarna, James McAvoy, se luzca dando saltos de una identidad a otra.

En todo caso, en el proceso el director vuelve a demostrar su habilidad para crear suspense de varias formas -el claustrofóbico escenario, las perspectivas limitadas, los movimientos de cámara largos y pausados- mientras derrocha autoconsciencia sobre la ridiculez que el relato derrocha. Es esta última cualidad lo que explica una sorpresa final que, eso sí, funciona más como guiño a los fans que como trampa. En ese sentido, el espectador puede bajar tranquilamente sus defensas: todo cuanto debe hacer es subir a bordo y disfrutar del accidentado viaje.

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