Muere el escritor Albert Manent a los 83 años

Hijo del poeta Marià Manent, fue galardonado con el Premi d'Honor de les Lletres Catalanes el 2011 e impulsó numerosas iniciativas culturales

Albert Manent recibe el Premi d'Honor de les Lletres Catalanes

Albert Manent recibe el Premi d'Honor de les Lletres Catalanes / periodico

ERNEST ALÓS / Barcelona

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

En una cultura y un país normal, personajes como Albert Manent habrían conseguido una cátedra, dirigirían una editorial, ocuparían un escaño en el Senado o administrarían apaciblemente una notaría. Usualmente, una de estas actividades, o a lo sumo dos. Pero la truncada historia de la cultura catalana ha contribuido a crear un cierto número de personalidades a las que no se sabe si calificar como escritores, historiadores, políticos o editores y que a menudo acaban siendo calificados como intelectuales o, aún mejor, activistas culturales. Albert Manent (Premià de Dalt, 1930), que falleció la pasada noche a los 83 años, era uno de ellos. Como dijo en una de las entrevistas que concedió en 1995 tras recibir el premio Ramon Llull por la biografía de su padre, el poeta Marià Manent: "Siempre me ha gustado llenar vacíos culturales". Aunque el verbo gustar quizá fue inadecuado y debiera haber sido sustituido por algún otro que tuviera relación con el sentido del deber. O como dijo tras recibir, el 2011, el Premi d’Honor de les Lletres Catalanes: "Yo encargo trabajo, no para que lo hagan para mí sino para que se haga para el país".

Cuando recibió este último galardón, Albert Manent quiso recordar que Josep Pla lo había definido como "el hombre que más escaleras ha subido en el país". Y empezó a hacerlo pronto, en casi todas las iniciativas culturales y eclesiales vinculadas al catalanismo católico y conservador desde los años 50. Durante sus estudios de Derecho ya empezó a colaborar con el círculo de la revista literaria 'Curial' y con revistas del exilio como 'Pont Blau' y 'Revista de Catalunya', cabecera que recuperaría en 1986, y a relacionarse con figuras del catalanismo como Jordi Pujol y Max Cahner, en torno a campañas como el boicot a 'La Vanguardia' de Luis de Galinsoga o 'Volem bisbes catalans'.

DE 'SERRA D'OR' AL GOVERN

Manent fue cofundador de la segunda etapa de la revista 'Serra d’Or' (1959), de las Edicions Catalanes de París (1967) y colaborador de la Gran Enciclopèdia Catalana desde 1971. Siempre con el objetivo, que al recibir el Premi d’Honor dijo compartir con la entidad convocante, Òmnium Cultural, de salvaguardar la "santa continuidad" de la tradición cultural catalana.

Con el restablecimiento de la Generalitat ejerció desde 1980 hasta 1988, con Max Cahner como 'conseller' de Cultura, la dirección general de Activitats Artístiques i Literàries, en un periodo en que se pusieron en marcha instituciones como el Arxiu Nacional de Catalunya. La fase final de su gestión se vio crispada por el escándalo de la censura de palabras malsonantes en la obra de teatro 'Els Beatles contra els Rolling Stones'.

Albert Manent obtuvo el premio de la Crítica Serra d’Or en 1970 por 'Josep Carner y el Noucentisme', el Josep Pla de 1987 por 'Solc de les hores: retrats d’escriptors i de polítics', el Ramon Llull de 1995

 por 'Marià Manent, biografia íntima i literària' y el premio de la Fundació Trias Fargas por la biografía 'Fèlix Millet i Maristany: líder cristià, financer i mecenes catalanista'. Entre sus estudios destaca también 'La literatura catalana a l’exili' (1976).

Manent también dedicó esfuerzos a la historia de la Iglesia católica en catalán como uno de los directores del 'Diccionari d’història eclesiàstica de Catalunya' y autor de 'L’Església clandestina durant la guerra civil 1936-1939', un libro en el que reivindicaba la necesidad de denunciar la persecución religiosa en la zona republicana.

El Manent polemista defendió la necesidad de un catalanismo cultural integrador, pero al mismo tiempo polemizó muy duramente con los firmantes del Foro Babel, por ejemplo, y defendió la decisión de no otorgar nunca el Premi d’Honor a Josep Pla, "el turiferario de Cambó (...), el plagiario, el que había elogiado a José Antonio".