ANÁLISIS

Mucho lujo en época de crisis

El Festival de Salzburgo cierra una edición de gran boato y escaso fondo

Plácido Domingo y Anna Netrebko, en el montaje de 'Il trovatore' en Salzburgo.

Plácido Domingo y Anna Netrebko, en el montaje de 'Il trovatore' en Salzburgo.

ROSA MASSAGUÉ

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El Festival de Salzburgo nació en 1917, en plena primera guerra mundial de cuyo inicio se conmemora este verano el centenario. El director teatral Max Reinhardt, que fue uno de sus fundadores, escribió que el arte «no es un lujo para ricos y saciados, sino que es alimento para los necesitados». La verdad es que nunca ha sido así. El festival es punto de encuentro y escaparate de las elites europeas más adineradas.

Sin embargo este año ha sido el propio festival quien ha hecho ostentación, más allá de lo habitual, de lujo y riqueza. Las óperas presentadas como El caballero de la rosa, de Richard StraussIl trovatore, de Giuseppe Verdi, o en menor medida Don Giovanni, de Mozart, han destacado por ser una exhibición de boato.

CORTO RECORRIDO / Situar Il trovatore en un museo como el del Prado, como hace Alvis Hermanis, con gigantescas reproducciones de obras maestras renacentistas, y vestir a los cantantes con metros y metros de terciopelo rojo para que turistas y conserjes del museo se confundan con los personajes de los cuadros es una idea, pero de corto recorrido.

También era de corto recorrido la de Harry Kupfer en su Caballero de la rosa. La escenografía es tan rica y espectacular que esconde el vacío de la dirección escénica. Y algo parecido podría decirse de Don Giovanni propuesto por Sven-Eric Bechtolf.

Tanto despilfarro ha descuadrado las finanzas del festival, ya reducidas por los recortes de las subvenciones del Gobierno austríaco. Su director, Alexander Pereira, abandona Salzburgo antes de tiempo.

Desde el punto artístico cabe anotar a su favor el estreno mundial de Charlotte Salomon, de Marc-André Dalbavie; una producción de Fierrabras, ópera de Franz Schubert raramente representada, y la serie de conciertos Ouverture spirituelle. La Filarmónica de Viena, está ahí en el foso, y eso es garantía, pero tampoco directores como Daniele Gatti, Franz Wälser-Most Christoph Eschenbach, han logrado dejar una huella imborrable con su batuta.

Lo mismo vale para las voces. Buen nivel, pero sin la excelencia que se espera de Salzburgo con la excepción de Anna Netrebko, Leonora en Il trovatorePlácido Domingo, que se resiste a dejar el escenario, era el conde de Luna, uno de los pretendientes de Leonora. Es un papel para barítono, pero aunque el cantante quiera reinventarse en esta tesitura, no lo es y su longeva carrera está llegando ahora al ocaso.

Otro veterano de los escenarios es Josep Carreras que ha regresado a ellos en Erl (Tirol) con la ópera El juez, compuesta a la medida de sus capacidades actuales, pero con resultados igualmente decepcionantes.

OFERTA Y DEMANDA / El festival wagneriano de Bayreuth no ofrecía este año ninguna novedad a la espera de un nuevo Tristan und Isolde en el 2015, dirigido escénicamente por Katharina Wagner. Lo que sí resultó insólito fue el fallo técnico el día de la inauguración, que obligó a interrumpir la representación de Tannhäuser durante 45 minutos. También fue novedad la disponibilidad de entradas. Parece que los años de espera para conseguir una localidad en el templo wagneriano han pasado a la historia. Oferta y demanda se están reajustando.