Muchas miradas y una voz

CRÍTICA Julio Llamazares regresa a su tema eterno del desarraigo

DOMINGO RÓDENAS

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El agua es la del pantano de Porma, en León, el que construyó a comienzos de los sesenta Juan Benet y bajo el que quedaron sumergidos pueblos como Ferreras, de donde son los personajes de esta novela, o Vegamián, donde nació su autor, Julio Llamazares  (1955). Las diferentes formas de mirar son las de los parientes de Domingo, cuyas cenizas llevan al embalse cumpliendo el último deseo del anciano de reposar lo más cerca posible de la que fue su casa. Cada una de las generaciones, cada uno de los miembros de la familia ha tenido una experiencia distinta de la desposesión: trauma insuperable para quienes la padecieron, Virginia y Domingo, trauma asimilable para sus hijos, en especial José Antonio y Agustín, tan solo motivo de empatía o de reflexión para los nietos. Llamazares ha querido desplegar toda la gama de respuestas en breves monólogos que titula con el nombre de su protagonista y que se rematan con un contrapunto externo e innecesario, el de un automovilista que ve al grupo a lo lejos y los toma por turistas.

La técnica de convertir la novela en una serie de incursiones en la mente de los personajes, junto a la circunstancia de que estos compongan una familia que se dirige a inhumar los restos de un progenitor, remite indefectiblemente a la magistral Mientras agonizo de Faulkner, el novelista más admirado por Juan Benet, que es quien corona el libro con una cita sobre el paisaje del Porma (que es el de la Región que él se inventó). Estas alusiones parecen situar la novela en una tradición, la de la novela polifónica en la que la historia se teje con múltiples voces, a la que no pertenece. Llamazares yuxtapone la perspectiva de los distintos personajes, pero no se ocupa en diferenciar sus voces y todos se expresan con una sola, quizá la del propio autor.

La casa de la ficción tiene un millón de ventanas que pueden abrirse para contemplar el escenario humano, como dijo Henry James, pero la voz que cuenta lo que se ve desde ellas es aquí la misma. Esta monotonía elocutiva, junto a algún arañazo a la norma gramatical («mientras más...» se repite tres veces en lugar de «cuanto más...»), menguan el valor de una novela que, por otro lado, aborda con sensibilidad un tema eterno y muy querido del autor: el del arraigo y desarraigo de los seres humanos.

3DISTINTAS FORMAS DE MIRAR EL AGUA

Julio Llamazares

Alfaguara. 184 págs. 17,50 €