LA HISTORIA DE DOLORS BONELLA LLEGA AL TEATRE DEL RAVAL
La Monyos regresa al Chino
Empar López homenajea al icónico y pintoresco personaje con un musical «alegre y amable» que recrea su vida y la Barcelona de 1910
A Empar López, directora y alma del Teatre del Raval, su abuela le soltaba de niña: «Vas a ser más famosa que La Moños». Una frase, transmitida de generación en generación, que inmortalizó la figura, extravagante y pintoresca, de Dolors Bonella i Alcanzar. La Moños, por los llamativos recogidos que coronaban una cabeza golpeada. Se paseaba Rambla arriba y abajo cantando y bailando con sus penas a cuestas. Dicen que la pérdida de una hija la trastocó. Y dicen otras muchas cosas, entre la verdad y la invención. Porque ella, anota López, no hablaba de sus espinas, de su pasado. Se limitaba a lucir las flores que le regalaban y a sonreír.
López no llegó a conocerla, pero su abuela se encargó de transmitirle la fascinación por el ícono barcelonés. «Yo era una niña muy presumida, y mientras mi abuela me peinaba y repeinaba con brillantina me decía que sería más popular que ella. Me contaba que era muy alegre y quería ser artista, nunca me dijo que estaba loca, como decían otros. Cuando yo iba a La Rambla siempre la buscaba, aunque mi abuela me repetía que estaba muerta». La Moños ya había pasado a mejor vida (falleció en 1944), pero ahora la directora le ha podido rendir homenaje en su teatro, a un paso de donde ella vivió, en la calle de la Cadena (hoy Rambla del Raval). «Siempre la consideré una víctima de la sociedad», afirma. Bajo su dirección, La Monyos. El musical rescata su partitura vital -con algunas notas ficticias- y rinde asimismo un «tierno y alegre» tributo a la Barcelona de principios del siglo XX. Y a la Rambla que el turismo se llevó.
Albert López Vivancos firma el libreto y Pedro Pardo, la dirección musical. La actriz Teresa de la Torre recrea a la protagonista y completan el reparto Itziar González, Oscar Mas, Cristina Murillo, David Mauricio, Helena Jara y Agustí González Salvador. Cuatro músicos (piano, violín, contrabajo y batería) los acompañan con un variado repertorio que incluye tango, charlestón, canto coral...
Cuenta el autor que no quiso dibujar una «caricatura» del personaje y escarbó tras su estrafalaria fachada. Entre pinceladas más alegres, trazó el dolor de una madre por la pérdida de una hija. «Corren diversas versiones. La película de Mireia Ros [con Julieta Serrano] cuenta que le robaron la niña. Yo prefiero creer a los que dicen que fue atropellada». López Vivancos optó por subrayar el contraste entre su animosa conducta en la calle, donde disfrazaba su dolor con canciones y bailes, y «la tremenda pena y soledad que sentía en su casa; allí aparecían todos sus fantasmas».
Ha situado la acción en 1910, cuando el anuncio del paso del cometa Halley sembró pavor en todo el planeta -«todos pensaban que se acabaría el mundo y enloquecieron, y la prensa lo alimentó»-. No fue así, y La Moños prosiguió con su alegre mascarada Rambla arriba, Rambla abajo.
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