Una gran dama de la escena

Un monumento al cine

EL SELLO 3 Cuatro escenas de la trilogía berlanguiana en las que destacaron Soler Leal, Sazatornil, Randall, Escobar y López Vázquez.

EL SELLO 3 Cuatro escenas de la trilogía berlanguiana en las que destacaron Soler Leal, Sazatornil, Randall, Escobar y López Vázquez.

IOSU DE LA TORRE
BARCELONA

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La escopeta nacional es un monumento al cine. Luis García Berlanga retrató el tardofranquismo con un elenco tremendo. Treinta y seis años después del estreno quedan muy pocos para narrar qué sucedía en aquellos rodajes multitudinarios, a los que seguía cada noche una juerga. Amparo Soler Leal ha dejado solos a José Sazatornil, Mónica Randall, Bárbara Rey y Chus Lampreave, los supervivientes de un gran filme, luego trilogía. ¿Aún vive Saza?, pregunta algún despistado. Pues sí, como la Randall, tan discreta en sus veraneos en Llafranc, como la Rey, tan enganchada a las casquerías. Como la tercera de ellas, siempre tan almodovariana como berlanguiana, que aún no se ha ido.

Si los aficionados a los obituarios pasan lista, la lágrima y la sonrisa brotan de inmediato. Por el propio director, el guionista (Rafael Azcona) y los actores Luis Escobar, Agustín González, José Luis López Vázquez, Antonio Ferrandis, Luis Ciges, Félix Rotaeta, Rafael Alonso, Laly Soldevilla y, desde ayer, Amparo Soler Leal.  Se han ido yendo hasta agotarse las dedicatorias celestiales de Forges. ¡Cómo deben de estar pasándoselo esa gran familia en el otro barrio!

Amparo Soler Leal era una mujer de huella imborrable. La recordarán como animal del teatro, como inspiradora de Adolfo Marsillach y Luis Buñuel, por compartir cartel con Fernando Fernán-Gómez, Alfredo Landa o Alberto Closas. O por el pasado en blanco y negro.

Aristócrata tuerta

En las primeras horas del último suspiro hubo un puñado de cinéfilos o cinéfagos que recuperaron aquella escena de La escopeta nacional, en la que Chus, atormentada aristócrata tuerta, destroza la colección de frasquitos de su suegro, el marqués de Leguineche.

Luis Escobar, en el papel de anciano degenerado, casi inválido, se arrastra por el suelo tratando de recoger el tesoro ante el desconcierto de Jaime Canivell (Sazatornil) y del ministro franquista Álvaro (Ferrandis). «Garañón, rijoso, putero», son los adjetivos que dispara la nuera tan bien elegidos por Azcona. La bronca se va enmudeciendo al tiempo en que Canivell, el industrial que paga una cacería a cambio de conseguir el monopolio de los porteros electrónicos, descubre el contenido de la colección: «Mari Carmen, 15 años, tres veces. Aurora, 23 años, 12 veces... Pero si son pelos de coño», clama. Las carcajadas en las salas de cine siguen vivas en el corte que conserva Youtube.

Rafael Azcona dejó escrito en forma de libro el aviso de que los muertos no se tocan, nene. No le hacemos caso. Es un consejo para desoír si se trata de revisar por qué se admira tanto a la cuadra que viajaba con García Berlanga. Todos ellos actores con momentos inolvidables en películas que no deberían desvanecerse mientras se conserve la memoria colectiva. Las posibilidades son innumerables.

Con Agustín González, el padre Calvo, en La escopeta..., resulta difícil elegir acción en tan prolífica andadura. ¿González en estado puro? El cura gorrón de Belle epoque (Fernando Trueba), Es una opinión.

¿Y de José Luis López Vázquez? Al hijo pajillero del marqués de Leguineche también lo veremos siempre dentro de La cabina de Mercero y travestido en Mi querida señorita. Antonio Ferrandis cargó con el barco de Chanquete a ritmo de Algo se muere en alma, pero también conserva algo de icónico con la gabardina que le puso José Luis Garci en Volver a empezar después de que Berlanga explotara su bigote franquista en plena cacería.

Luis Ciges siempre será el Ciges de Berlanga. Ambos pudieron contar qué es ser testigos de la guerra mundial incrustados en la División Azul en el frente de Leningrado. De Plácido a Nacional III. Mayordomo de los Leguineche y también fetiche de José Luis Cuerda (Amanece que no es poco, 1988). O el simpático Rafael Alonso, melancólico con bigote mucho antes de participar en La colmena, secundario de Berlanga, como de Garci (El abuelo) y Cuerda. Quizá quede lejos Laly Soldevilla -fallecida en 1979-, pero los veteranos reaccionan al rescatarla de ¡Vivan los novios!, La gran familia y, cómo no, La escopeta nacional.

El cofre de los recuerdos que deja en herencia Amparo Soler Leal esconde instantes tan diversos como la madre estricta de Mi hija Hildegart (1977), la cándida esposa de La gran familia, la primera presentadora de Juego de niños en la tele de los gallifantes, o de la indómita aristócrata de la trilogía de García Berlanga. La actriz, según explicó al cumplir 80 años el pasado agosto, en una entrevista con la asociación de actores Aisge, se quedaba con Usted puede ser un asesino, Plácido (ambas en 1961) y Bearn. (1982). Dejó también un lamento: «La Academia del Cine, que fundó mi marido, nunca me dio el Goya de Honor, y me lo hubiera merecido».

¿The end? No. Nos queda la videoteca o las redes como Youtube. Pinchen la colección y verán a Soler Leal en estado puro.