tú y yo somos tres

«Me acosté con más de 300»

FERRAN MONEGAL

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Hay varios Jorge Javieres dentro de él. La virtud de la entrevista que le ha practicado Risto Mejide en 'Viajando con Chester' (Cuatro), ha sido irlos descubriendo. Hay un Jorge Javier Vázquez adolescente, arrastrando secretamente su condición homosexual ante la incomprensión paterna. Un Jorge Javier deambulando por Barcelona en busca no solo de sexo sino también de compañía para mitigar su soledad. Ese Jorge Javier es el que más me ha interesado. Esa fragilidad existencial, esa condición de criatura desdichada, que quién sabe si aún hoy existe a pesar de su éxito profesional y económico. Ese es un Jorge Javier que yo me lo llevaría a casa y le daría de cenar con mucho afecto.

Hay otro Jorge Javier, el que entró al trapo que le sirvió Risto y se pusieron los dos a cotillear sobre su propia bragueta. «Me he acostado con más de 300. ¡Muchos más!». Y Risto contestó: «Yo casi llego a la mitad de mujeres». ¡Ah! Si llegan a sacar entonces una foto, un vídeo, posando ambos en la cama con alguna de sus piezas abatidas, habrían sido como Blesa. Y hay también otro Jorge Javier montado en la prepotencia de su éxito en ese estilo de tele-despojo -él prefiere llamarlo «'fast TV'»- y que se inventa un discurso, incluso hasta una especie de épica seudointelectual («¡Lo que tiene de genial el 'Sálvame' es la experimentación!») para ver si así consigue elevar el engrudo a categoría artística de primera. Aquella llamada en directo del líder del PSOE, Pedro Sánchez, le está sirviendo, la usa, como reconocimiento a su trayectoria. En este sentido su referencia al Premio Ondas ha sido significativa: «Francino y Barceló se marcharon para no tener que dármelo. A Sardà se lo hubieran dado. Sardà pertenece a su casta».

Y concluyamos diciéndole a nuestro admirado Risto que, al final, enseñó el plumero. Es verdad que sacó el tema de la 'telebasura'. Pero lo hizo para intentar darle también una justificación. «Una troika cultural llama basura a la audiencia. ¡Eso es exterminio cultural! ¡Hipocresía!», decía con forzada vehemencia. Hombre, la utilización de la audiencia como argumento a su favor no es nueva. Eso es como hablar del salmón contaminado de las piscifactorías de Noruega y elogiarlo, porque la gente acaba consumiéndolo. Es un silogismo ruin. Falso. Tramposo. Yo me quedo con aquel Jorge Javier que deambulaba por Barcelona, frágil, desdichado, tierno, que buscaba compañía dentro de una soledad inmensa.