primera exposición y monografía

El MNAC desentierra a Casagemas

El museo descubre al artista más allá de su amistad con Picasso

OBRAS 3 Arriba, una espectadora contempla 'La conversación'. Abajo, a la izquierda, 'El mercado', uno de los dos óleos inéditos que pertenecieron a Picasso; a la derecha, 'Autorretrato', el único que se conserva del artista.

OBRAS 3 Arriba, una espectadora contempla 'La conversación'. Abajo, a la izquierda, 'El mercado', uno de los dos óleos inéditos que pertenecieron a Picasso; a la derecha, 'Autorretrato', el único que se conserva del artista.

NATÀLIA FARRÉ / BARCELONA

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Más de un siglo ha tenido que esperar Carles Casagemas (Barcelona, 1880-París, 1901) para dejar de ser solo el amigo de Picasso cuyo suicido, descerrajándose un tiro en la sien en un café de la capital francesa, impulsó el periodo azul del malagueño, y para pasar a ser, también, un artista de primera magnitud con monografía propia y exposición antológica en un museo. El artífice de mover el foco desde la trágica muerte hacia la corta pero interesante creación del autor catalán ha sido el historiador Eduard Vallès que, tras años de recolectar, desgranar y estudiar su obra, publica el primer catálogo razonado del artista -con toda la producción conocida: 45 obras-; inaugura muestra, la primera nunca realizada sobre Casagemas, en el Museu Nacional d'Art de Catalunya (MNAC), amén de descubrir episodios artísticos y vitales del creador, como el hallazgo del poema inédito Amor Gris y su viaje a Madrid para ver a Picasso antes de dirigirse a París y acabar con su vida.

Casagemas. El artista bajo el mito reúne 38 piezas, 13 de ellas inéditas, que proceden básicamente de colecciones privadas, y muchas de las cuales estuvieron en manos de sus amigos. Picasso atesoró cinco trabajos suyos, tres dibujos y dos óleos de los que nunca se separó -continúan en manos de sus herederos- y que no se habían mostrado en público: El mercado La calle. La última es una de las pocas obras que se conservan de las realizadas en París por Casagemas; y la primera es una pieza excepcional en la que el malogrado artista parafrasea El vendedor de naranjas La catedral de los pobres de Mir y que lo vincula al canon de la llamada Colla del Safrà. La pieza luce en la muestra entre Marina, muy cercana al estilo de Modest Urgell, y Paisaje con gran árbol, una obra muy fauve y vanghoniana atribuida por Vallès a Casagemas.

Tres estilos muy diferentes que demuestran que Casagemas «iba quemando etapas muy rápidamente», que «era un artista valiente que mezclaba técnicas y no tenía miedo a experimentar», y que «fue un auténtico moderno que vivió las antenas conectadas a su entorno artístico», apunta Vallès. No en vano, se relacionó con la riquísima red de intelectuales, literatos y artistas de la época: ahí estaban Isidre Nonell, Pompeu Gener, Sebastià Junyent, Joaquim Mir y Santiago Rusiñol, sin olvidar, por supuesto, a Picasso. «Estaba en el núcleo del arte catalán en una de sus épocas más gloriosas», concluye Vallès.

La exposición recoge también sus dibujos fritos, inspirados en Nonell; piezas costumbristas, trabajos más expresionistas y su vertiente más simbolista. En resumen, «en su obra se pueden ver muchos elementos definitorios no solo del modernismo, sino también del posmodernismo», a juicio de Vallès.

El suicidio

Y aunque la exposición y la monografía se centran en la vida y obra de Casagemas, su suicidio no se puede obviar, no en vano es la razón por la que Picasso, lleno de dolor y culpa, inició su etapa azul. La empezó con dos retratos del artista muerto y la acabó con La vida, donde también aparece su estampa. Vallès aporta dos datos nuevos sobre el triste fin de Casagemas. Uno en forma de poema inédito, Amor gris, donde el artista habla de un amor obsesivo hacia una mujer que no es Germaine -la amante de Casagemas cuyo abandonó propició su muerte-. El otro dato pone a Picasso en la diana del suicidio. Hasta la fecha la historia contaba que después de una gran discusión en Málaga entre los dos amigos, Picasso se fue a Madrid y Casagemas a París previo paso por Barcelona. Una escala que Vallés apunta no existió sino que el malogrado artista se marchó a Madrid tras el genio malagueño. Allí la discusión debió surgir de nuevo. El final de Casagemas fue el mismo pero las razones pueden ser más que las hasta ahora apuntadas (el rechazo de Germaine), como la negativa de Picasso a compartir con su amigo el proyecto madrileño de Arte joven.