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Nunca olvides estas canciones

Nada conmueve más que alguien triste que intenta sonreír o incluso bailar; eso es el nuevo disco de Miqui Puig

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MIQUI OTERO

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¿Recuerdas cuando las curvas se cogían con la rodilla en el arcén, cuando se acababa el hielo y pensabas "no hay futuro", cuando llorabas picando cebolla y cuando llorabas y no había excusa? Era cuando barrías ceniza, bebías sin sed y creías que negar un brindis era una pérdida de tiempo y de impulso: más que por dejar de celebrar el ayer por admitir que ya no merecía la pena generar nuevos recuerdos para mañana.

Hay luz encendida en ese piso modernista de L’Ametlla del Vallès. Eso quiere decir que Miqui lo recuerda: siempre recuerda estas cosas y está convirtiéndolas en canciones para que tú no las olvides. Si las canciones fueran maquetas de barco, no le cabrían más estanterías en casa. Si fueran monedas, sería rico y se le caerían por la calle. Si fueran caramelos, le saldrían por la boca con cada bostezo.

Miqui hace canciones con el esmero con el que se viste. Incluso cuando está triste. Precisamente cuando está triste y cuando tiene miedo. A veces pienso que, como Poirot, "la pulcritud de su vestimenta es casi increíble; una mota de polvo le habría causado más dolor que una herida de bala".

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Sus canciones son jerséis que te gustaban mucho y ahora no te caben. Sus canciones son nuevos calcetines favoritos. Miqui ensaya pasos de baile como esos austriacos de entreguerras de los que hablaba Zweig: entraban en el café imitando los gestos de los actores del Burgtheater, "respirando con el aire del sentido del ritmo". Nada conmueve más que alguien triste que no llora sino que intenta sonreír o incluso bailar. Eso son las canciones del nuevo disco de Miqui.

¿Lo recuerdas? Yo sí me acuerdo. Me acuerdo cuando conocí a Miqui Puig y yo ya me llamaba Miqui (Otero, si no ya habría sido raro) y me dijo "lo escribes igual que yo". Yo era más joven, 19 y diastema, cuando añadió: "'Indie' es tener una banda en L’Ametlla del Vallès". Y me acuerdo, 17 años después: nos lleva a mi chica y a mí en coche a la estación, algo malo ha sucedido y debemos irnos, y antes de cerrar la ventanilla nos tiende desde dentro el casete recopilatorio que estaba sonando, porque eso hace Miqui: regalar canciones; cuando las necesitas.

Él las hace mejor que nunca y como siempre. Es un artesano que podría pintar los años de antigüedad de su taller en el azulejo de la puerta, pero eso no le basta. "Es la ilusión y no el saber lo que nos hace avanzar", leí en una novela francesa. No diré el título. Es un clásico tan conocido que me da vergüenza, pero lo es gracias a escenas como esta: "Y resumieron sus vidas. Tanto el que había soñado con el amor como el que había soñado con el poder. Y exhumando su juventud en cada frase, se decían: ¿Te acuerdas?". Sí, me acuerdo. Cada vez que escucho este disco. A ti, lector, también te pasará.

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