la fuerza de la fiesta del libro y la rosa puede con las previsiones aciagas

El milagro de Sant Jordi

ERNEST ALÓS

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La fiesta de Sant Jordi superó ayer una prueba de fuego. Podría haber ido casi todo muy mal y funcionó casi todo muy bien. Será por la milagrosa buena suerte meteorológica, con más claros que nubes pese a las previsiones. En Barcelona, lució el sol y donde llovió lo hizo a ratos. Será porque los catalanes tienen tan interiorizado el ritual del libro y la rosa que la fiesta más viva y espontánea del calendario puede con lo que le echen. El caso es que al final, de desastre nada. Calles llenas, colas para comprar libros y conseguir firmas, rosas en las manos, sol en el cielo, turistas con los ojos abiertos y la cámara en la mano. Un día amarillo radiante para el vencedor de la jornada, Albert Espinosa, el más vendido en catalán y en castellano con Si tu me dices ven lo dejo todo... pero dime ven.

Y los lectores dijeron vamos. No como cada año. Con horas, flujos y movimientos distintos a los habituales (igual que el Govern también redujo a un austero acto de bolsillo la recepción presidencial), pero fueron. Por ejemplo, hubo más familias con niños. El personal se despertó algo más tarde. Durante el resto de la mañana, las calles estuvieron más animadas que nunca pero la avalancha de la tarde tras salir del trabajo en cambio no existió. «Hay gente de pueblos que ha ido a comprar a Barcelona, gente de Barcelona que ha comprado en pueblos, en Sant Celoni los residentes que trabajan en Barcelona este año han comprado allí... Ha habido dinámicas distintas, muy complicadas», explicaba el secretario del Gremi de Llibreters de Catalunya, Eduard Garrell.

FIESTA Y COMPRAS / Hubo ganas de vivir la fiesta entre la ciudadanía. Pero además de una manifestación colectiva, Sant Jordi es también negocio. Un balón de oxígeno que ayuda a cuadrar las cuentas de editores y libreros y que no podía pinchar en un año que está resultando duro. No lo hizo. Aunque algunos libreros lo matizan. Pasada la euforia y el alivio por el Sant Jordi vivido, al hacer cuentas encontrarán a faltar la víspera y el día después, días de ventas fuertes otros años y directamente inhábiles este.

«Sin ser un Sant Jordi brillante, teniendo en cuenta que es mejor un laborable, la bajada general del consumo y las lluvias en algunos lugares ha sido un Sant Jordi correcto, y quizá se pueda incluso repetir la facturación de 19 millones de euros del año pasado», valoraba desde Manresa Antoni Daura,presidente del Gremi de Llibreters. Claro que en Barcelona (y en Girona, y en Tarragona) el día quizá no fue rentable del todo. Pero brillante, sí.

A la pregunta de quién ha vendido más en Sant Jordi solo hay una respuesta clara. Los que más, Albert Espinosa que, según el Gremi de Llibreters, encabezó las listas de más vendidos en ficción tanto en catalán como en castellano, y Stéphane Hessel, que logró el mismo doblete con ¡Indignaos! Bastante claros también los siguientes lugares del podio: Ramon Solsona y L'home de la maleta en literatura en catalán, Javier Marías y Los enamoramientos y Javier Sierra y El ángel perdido en castellano, y Eduard Punset y sus Excusas para no pensar en no ficción.

LISTAS APROXIMADAS / Pero a partir de aquí, matices y dudas. Los datos del gremio se basan en una encuesta telefónica, que se cierra a las 5 de la tarde, entre librerías agremiadas (que a veces no pueden coger el teléfono). Abacus, con centros en toda Catalunya, principal vendedor de libros en catalán y ajeno al gremio, ofreció datos reales de caja, pero también de media tarde y condicionados por el perfil propio de sus compradores. Con estos mimbres se puede completar con alguna fiabilidad el cuadro de ganadores, muy repartido y sin grandes difrencias entre ellos. En catalán, con Martí Gironell, Jean M. Auel, Chufo Lloréns, Sílvia Alcàntara, Haruki Murakami ,

Najat el Hachmi y Emili Teixidor. En castellano, de nuevo, con Auel, Llorens, Eduardo Mendoza, María Dueñas, Maruja Torres y Murakami. En no ficción, con el ultracorredor Kilian Jornet, Pilar Rahola, las dietas del doctor Dukan, las recetas de Sergio Fernández y Mariló Montero y toda una panoplia de libros sobre futbolísticos: los Herois apadrinados por Iniesta, los cuentos de Crakòvia, Els nens de la masia del Sport y la Paraula de vestidor de Xavier Torres y Santi Padró.

Pero hay otro indicador de éxito, las colas para firmar. Y aquí hubo otros triunfadores como Juan Marsé, Almudena Grandes, Joaquín Reyes, Federico Moccia o Dani el Rojo, que no aparecen en las listas de más vendidos. O el efecto llamada fue más intenso en las librerías donde estaban firmando, o el ojímetro de las listas falla en algo. Otra señal de éxito es que el libro se agote antes de hora: sucedió en algunas librerías con Albert Espinosa, Ramon Solsona y Kilian Jornet.

LOS TURISTAS / Nunca ha habido un Sant Jordi con tantos turistas en las calles. Con los ojos abiertos algunos, resoplando otros por unas aglomeraciones a las que los locales ya estamos acostumbrados. Muchos italianos, franceses, del resto de España. Algún japonés que se topó con el homenaje que les dedicó la Generalitat en la Sagrada Família, en recuerdo de las víctimas del tsunami. Llenaron las calles pero no compraron libros. Sí, bastantes de ellos, rosas. Aunque sin conocer la tradición. «No compran las rojas, compran las de colorines, que se me han acabado», explicaba una vendedora de flores en la plaza de Catalunya.

Al final, los temores de los editores, que plantearon una semana de actividades culturales antes de Sant Jordi que finalmente se ha quedado casi en nada, no se hicieron realidad. Según Antoni Daura, el presidente del gremio, «Sant Jordi es una tradición muy enraizada caiga cuando caiga y llueva o no. Nos reafirmamos en el hecho de que no hace falta hacer inventos. Simplemente, Sant Jordi funciona».

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